Tras ver en la primera cadena de la televisión pública a eso de las 22h. cómo "viven" y derrochan los que pueden, o los que pueden y quieren, o sea los ricos, ricosricos, no ricos a secas, de los que acumulan 35 coches edición limitada, o llenan sus pistolas de agua con Champagne de 1.800 euros la botella, y ni lo prueban, en las fiestas veraniegas mediterráneas, he tenido que ponerme 3 veces el cd de relajación que me regaló la última psicóloga que he visitado, y practicar concienzudamente los ejercicios.

En cuanto he terminado he vuelto a poner la tele buscando una pizca de redención humana en mis carnes y conexiones neuronales, y he aterrizado en TCM. "Ni uno menos", China 1999.

Se antoja difícil hacer crecer por igual a un país y a sus gentes cuando éstas suman 1200 millones de individuos. Cuesta creerlo en completo desarrollo, esto mismo nos sirve de punto de partida y marco para hablarnos de uno de los principales problemas, la baja tasa de escolarización de sus habitantes más dispersos, los campesinos.

Tenemos una aldea en cuya escuela va a faltar durante un mes su profesor, éste por orden del alcalde cede el puesto de maestra a una niña de 13 años prometiéndole 10 yuanes extra si consigue mantener a todos los alumnos durante ese tiempo. Los chicos, víctima de la pobreza huyen a la ciudad en busca de una fortuna que no existe, y que requiere un gran trabajo o incluso mendigar por un plato de comida. Esta hecho brinda la oportunidad de mostrarnos el espíritu de sacrificio y el tesón de la niña-maestra, que emprende un viaje a la ciudad en busca de un alumno fugado. Desde el comienzo de la odisea en que la muchacha trata de recaudar dinero para el viaje en autobús y hasta el final, somos testigos de la división del mundo, de la subdivisión de éstos, que se dividen a su vez, y así hasta Júpiter. Lo que permanece inquebrantable es el espíritu y la calidad humana.

La cinta es sencilla y clara, directa, no se diluye ni entretiene en un excesivo verbo aleccionador, nos abruma con la fuerza de las imágenes, que más que nunca hablan por sí solas. La historia me ha parecido realmente bella, nos enseña, ademas de la necesidad de luchar contra la pobreza y la marginación, la obligación que hemos de tener por ayudar al que más lo necesita, que valores como la mistad o el amor no pertenecen a una o dos personas, o a unas pocas, sino que son conceptos innatos y universales, muchas veces opacados por ladrillos o lingotes.