Ya ha acabado House. Después de ocho temporadas, el doctor House ha terminado de ejercer. No quería escribir esta crítica antes para poder decir con conocimiento de causa que ésta es una serie de diez, de sobresaliente alto.

El personaje de House es de lo mejor que se ha visto en la televisión. Es un tipo borde, pero genial en su trabajo. Está destinado a sufrir eternamente por culpa de su pierna, lo cual es determinante para su carácter. Dicen que todos los genios están lejos de ser simpáticos y agradables, y House es la prueba de ello. Prefiere mantener la distancia con todos los de su especie puesto que "todo el mundo miente", pero hay cosas, enigmas de la naturaleza que le intrigan y le incitan a seguir adelante.

El personaje de House daría para un libro entero, aunque no por ello hay que olvidarse de todos los que le acompañan a lo largo de toda la serie: su inseparable amigo Wilson (también conocida como su conciencia), sus trabajadores de confianza como Foreman, Tau, Chase, Cameron, Trece y un largo etcétera que ha pasado por la oficina de House, su atractiva jefa Caddy...

Cada caso es único. Al parecer, según dicen los expertos, son veraces en cuanto al lado científico, lo cual quiere decir que el trabajo de los guionistas es excelente. Además, cada episodio hace que, al menos a mí, se te humedezcan los ojos con el resultado final (a veces no tan positivo como se podría esperar).

Desde aquí mi homenaje al gran doctor House, uno de los mejores personajes que ha parido una serie de televisión, que me ha dado tantos buenos ratos y tantas sonrisas al escuchar alguna de sus puyas a todo lo socialmente establecido (en especial a la religión). David Shore, Hugh Laurie y todos los que han hecho posible las travesuras de este peculiar y genial doctor: ¡gracias!