Desde hace ya bastante tiempo las comedias irreverentes y transgresoras están muy de moda. Basta con juntar a un grupo de amigos o amigas, colocarlos en una situación límite y tejer una maraña de enredos. Pero todas se parecen mucho y son previsibles en el fondo, con lo que el espectador ya no se conforma con lo básico.

“Una noche fuera de lugar” se sitúa en ese grupo de películas que toman ideas de aquí y de allá para montar una premisa inicial, y a partir de ahí hacer que los personajes desmadren lo necesario para que los gags funcionen. En concreto esta historia se parece bastante a la ya película de culto “Very bad things” a la que todos hemos recurrido si alguien nos pregunta a cuál se parece ésta. La película de Peter Berg era ácida, malhablada sin llegar a ser soez, y su humor negro era diferente al resto. Fue capaz de crear escuela, y “Una noche fuera de lugar” toma elementos característicos al menos para comenzar.

No hace falta llenar el guion de palabras malsonantes para crear comedia, y la película tira de este recurso al principio para crear ambiente. Menos mal que para pronto porque no hubiera sido soportable que esa forma de hacer comedia fuese la elegida. Después de un inicio necesario con la presentación de los personajes y esa muerte que todo lo desata, la película elige bien y deja en el reparto el peso de la acción. Todas están realmente bien creando un grupo muy homogéneo, ni siquiera el histrionismo a veces innecesario de Bell le quita fuerza a su interpretación. Aunque es Johansson la estrella rutilante que su promoción destaca, no hay una sola protagonista.

Sin embargo no hay casi nada nuevo en la película, ni su guion ni su académica dirección nos revelan una intención diferente que no sea contar una historia pasada de vueltas pero siempre controlándo todo, como si no se permitiera a sí misma soltar el ancla para ser definitivamente canalla.