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Voto de antonalva:
7
Drama. Comedia En una residencia de ancianos de Jerusalén, un grupo de amigos construye una máquina para practicar la eutanasia con el fin de ayudar a un amigo enfermo terminal. Pero cuando se extienden los rumores sobre la máquina, otros ancianos les pedirán ayuda, lo que les plantea un dilema emocional y los implica en una aventura disparatada. (FILMAFFINITY)
19 de abril de 2015
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorprende que con unos temas tan poco atrayentes – a priori – e ingratos como son el de la vejez, la enfermedad y la polémica legítima sobre el derecho o no a una muerte digna, se consiga ensamblar una película tan vitalista, desenfadada, simpática y amena como ésta. Sorprende sobre todo por el tono casi de comedia de costumbres que impregna su metraje, donde las situaciones – siempre con la muerte o los padecimientos como eje – resultan cercanas, atractivas, llenas de empatía y plenamente satisfactorias. Quizás el mayor logro sea que consigue rehuir los peligros de devenir en un simple panfleto en favor de la eutanasia y plantea el problema desde un ángulo práctico, pragmático y utilitario que nos hace entender – aunque podamos no compartir su planteamiento – la motivación de todos y cada uno de los personajes que pueblan su trama.

Y el contagioso encanto y adhesión que desprenden los protagonistas se consigue articulando todo el discurso desde un canto a la vida saboreada en plenitud y un amor sano, nutritivo y altruista que une a todos los ancianos atribulados y hace comprensible que traten de remediar en lo posible sufrimientos innecesarios y desproporcionados, más allá de convenciones religiosas o éticas, más allá de dogmatismos maximalistas, alejados de cualquier idealización sobre el valor absoluto de la vida, sino siempre en relación a un bien intangible y etéreo como es el bienestar de tus seres queridos, aún desde la notoria dificultad de aceptar la finitud del ser humano y la complejidad emocional de dejar marchar a nuestros seres queridos, sin obcecaciones de mantenerlos cerca y presentes, como si la muerte fuera lo peor o único malo que nos pudiera pasar.

El amor como único baremo sobre el que deben pivotar las decisiones importantes. Así podría resumirse el relato y regalo que desprenden las amables imágenes de enfermedad, deterioro, sufrimiento y muerte que pueblan la cinta. El fallecimiento como realidad, necesidad vital, capítulo irrenunciable de toda vida, casi siempre ocultado pero fundamento esencial de nuestra existencia. Quien aprende a abrazar la muerte es porque ha sabido abrazar la vida y degustarla en su imprevisible variedad y multiplicidad. Parece increíble, pero uno sale del cine contento de vivir, satisfecho de la presencia mudable y en paz con nuestro inexorable término.

Se hace difícil – por casi inverosímil – recomendar esta película, pero agradecerán haberla visto y se reconciliarán con la vida desde un ángulo imprevisto y sugerente. Todo un hallazgo.
antonalva
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