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Voto de antonalva:
8
Thriller Tras ser testigo de un accidente, Lou Bloom (Jake Gyllenhaal), un apasionado joven que no consigue encontrar empleo, descubre como forma de ganar dinero el mundo del periodismo criminalista en la peligrosa ciudad de Los Ángeles. Su trabajo es llegar al escenario de crímenes o accidentes y fotografiar lo sucedido para venderlos al mejor postor. (FILMAFFINITY)
1 de febrero de 2015
83 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante el retrato sobrecogedor de un personaje turbio, esquinado, peligroso, sibilino, cruel y hermético, algo garrulo pero que una vez que sabe lo que quiere, lo persigue sin atajos hasta alcanzarlo y hacerse con ello. Hasta las últimas consecuencias, sin remordimientos, sin moral, sin dudas, sin conciencia ni sentimiento de culpa. Es el retrato de una criatura amenazadora, acechante, infatigable y correosa que vive en la noche y de la noche y vampiriza a todos los que lo rodean. Incautos de ellos. Pero también estamos ante el reflejo de una sociedad enferma que busca en la acechanza de la sangre, del crimen, de la muerte de sus congéneres una válvula de escape, un recrearse en las desgracias y el dolor ajenos.

La falta absoluta de empatía del protagonista es aterradora. Es casi una puesta al día de “El fotógrafo del pánico” (Peeping Tom) que podría denominarse ahora ‘el camarógrafo del terror y la barbarie’. Pero no estamos ante un protagonista atormentado por su pasado – del que no sabemos nada y nada se nos dice o insinúa – sino ante un ser sin escrúpulos, amoral, que hace de la humillación constante su carta de naturaleza, su tarjeta de presentación, su razón de ser. La búsqueda del éxito, la notoriedad a través del infortunio ajeno, la conmoción de unas imágenes impactantes y brutales a cualquier precio, a toda costa, en todo momento, sin que tiemble el pulso ni se desvíe de los propósitos enfermizos fijados de antemano. Y todo tiene un precio, todo tiene su razón de ser con el objetivo de poder ser vendido y hacer negocio – aunque esté ensangrentado y con el malsano tufillo de la podredumbre.

La interpretación de Jake Gyllenhaal es portentosa: sabe moverse como un reptil, su sola presencia infunde miedo y resulta tan hermética como demoníaca, imbuido de una maldad satánica insalubre y vomitiva, que transmite un asco visceral que impregna todo el metraje de la cinta y se adhiere a la retina del espectador como una viscosa piel de serpiente de la que resulta imposible desprenderse. Poderosa presencia del guaperas de relumbrón que aquí deviene en ángel caído al lodazal angelino, urbe de mugre y crimen que ni duerme, ni descansa, ni da tregua. Es la aniquilación de la intimidad, la destrucción del pudor, la agonía de la vergüenza.

Poderosa ópera prima como director del guionista Dan Gilroy. Cuesta salir del tóxico mundo malsano que retrata y el desasosiego permanece más allá de la proyección. Escabrosa e indeleble.
antonalva
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