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Voto de antonalva:
8
Drama Un adolescente desaparecido regresa tras ocho años, cuando todos lo daban por muerto, y se incorpora a la vida familiar marcada por el misterio de su desaparición. Poco a poco surgirá la duda de si realmente se trata del niño desaparecido o de un impostor. (FILMAFFINITY)
1 de noviembre de 2016
33 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un thriller de múltiples lecturas y texturas. Un estudio sobre la memoria, la inseguridad, la supervivencia y la necesidad de olvido. Un retrato turbio y lacerante sobre la infancia, los paraísos perdidos y la búsqueda de la identidad. El suspense nace de forma orgánica de los propios personajes, que deambulan como juguetes rotos, ariscos y huraños, engullidos por un pasado que no saben si desentrañar o sepultar, si desvelar o sucumbir. La duda lo inunda todo, como un deshielo imposible que amenaza la seguridad, la evidencia y la filiación. Un drama intimista en perenne búsqueda de la esencia de las cosas, una lucha sin cuartel por sobrevivir más allá de certezas o ambigüedades, un rompecabezas fracturado cuyas piezas parecen no querer o poder encajar sin sembrar el dolor.

El desasosiego como marca indeleble del desarraigo, del destierro, de la huida de uno mismo, del afán por superar lo insalvable, por abrazar el amor incondicional y exhausto de una madre que se atormenta por todo lo que no hizo – por todo lo que no supo hacer – y que en los meandros del éxodo perdió a su único hijo, sangre de su sangre, sostén de sus desdichas, amuleto de sus desgracias, añorado edén truncado, ya por siempre pervertido en los recovecos del remordimiento y la culpa. La desdicha de no coger el toro por los cuernos y enfrentarse a la verdad. Y la terca nieve cubre el páramo yermo e infecundo de la inocencia extraviada. Escalar una montaña es descender al averno, duele el frío, hiere la hoguera del delirio desbocado, la ceguera como única forma de ver la realidad.

No hay respuestas sencillas ante preguntas complejas. La tragedia como réplica impotente ante los tropiezos y extravíos de la fortuna. Inmersos en un valle de lágrimas no hay horizonte de esperanza ni se atisba sendero alguno que nos indique una vía de escape al laberinto de la infamia y la derrota. Podemos huir pero no podemos negar. La mentira es una trampa, una quimera, un espejismo que nos devora y aniquila, que nos desborda y anula. La adolescencia es un vía crucis punzante y áspero cuando no sabemos qué queremos dejar atrás ni adónde queremos llegar. Damos patadas que son besos, buscamos labios que son hiel, nuestro cuerpo se vuelve cárcel y la mirada se nos nubla y ofusca, sin discernir entre amigos y rivales.

Potente relato sobre la búsqueda de certidumbres en el cenagal del hogar. Excelente Emma Suárez – que está en un momento portentoso – y desasosegante presencia de Àlex Monner, que borda un trabajo difícil y extremo, sorteando el abismo.
antonalva
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