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España España · El Bierzo
Voto de Ambu:
10
Ciencia ficción. Terror. Fantástico En una estación experimental remota de la Antártida, un equipo de científicos de investigación estadounidenses ven cómo en su campamento base un helicóptero noruego dispara contra un perro de trineo. Cuando acogen al perro, éste ataca brutalmente tanto a los seres humanos como a los caninos del campamento, y descubren que la bestia, de origen desconocido, puede asumir la forma de sus víctimas... (FILMAFFINITY)
8 de septiembre de 2017
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Revisión del, probablemente, film fantástico que mayor impacto me produjo de jovenzuelo y aún ahora –no sé si solo por el cacareado efecto “nostalgia” o poco o nada tiene que ver eso- está ahí, en lo más alto de mi particular ranking del género. Y gozoso reencontrarse con él en estas épocas del año, imbuirse en las nieves y fríos vientos cortantes, mientras en el exterior el calor nos acosa. Era poco antes de las vacaciones escolares a principios de los 90, ya con calor, y al día siguiente todos la comentábamos en clase: “¿visteis esa peli? Acojonante (perdón la expresión, tal cual)…”. Siempre me ha parecido –incluso cuando era crío- un film basado en el suspense y la paranoia y, por eso, me sorprenden las extendidas opiniones, entre ciertos sectores, de ser una película “al servicio de repugnantes efectos especiales”, los cuales actúan en realidad de catarsis y cierre de cada bloque del film, siendo el monstruo descubierto, de un modo u otro, y por tanto verosímilmente queriendo escapar descubriéndose en todo su esplendor. Entiendo que para el que le disguste lo sangriento, no le guste el film, pero que sea una película “basada en el gore” es de una casi divertida exageración, pues objetivamente, dichas escenas con bicho (impactantes y alucinantes, sin duda) y el par de autopsias (necesarias para comprender a un mínimo nivel la naturaleza de la amenaza) son un reducido metraje entre largos bloques de misterio y tensión (quizá esa gente se dormía cada media hora y despertaba justo en el momento-monstruo). Pero vamos al asunto.
Un ente alienígena capaz de copiar exactamente a cualquier ser vivo que asimila, siembra el miedo entre los miembros de una estación antártica americana, aisladas las comunicaciones ante la llegada de una gran ventisca invernal. Soberbia adaptación de un relato largo (75 páginas) de John W. Campbell, “¿Quién anda ahí? - Who Goes There? (1938)”, obra ya de por si notable (adaptada vagamente en “El enigma de otro mundo” y un inocuo remake-precuela de 2011), casi un spin-off de “En las montañas de la locura” y sus Shoggoths de Lovecraft; que Carpenter y el guionista Bill Lancaster (hijo de Burt) consiguen sublimar el material de base, extremando la densa atmósfera de paranoia que envuelve a los personajes, la inventiva en las icónicas apariciones de la criatura, creando un nuevo primer bloque (todo lo del perro y la base noruega) y modificando otras cosas, como el final. Dicho sea, las alteraciones todas curiosamente para bien, puliendo aspectos (de las más de 30 personas de la base polar en el libro, se quedan en 12) y diversos largos discursos sobre la naturaleza y comportamiento del bicho, incluida su telepatía: que hubiera sido curioso de ver, aunque seguramente complicaría ya demasiado el juego de intrigas.
A través de la ajustadamente cruda fotografía de Dean Cundey -que irá oscureciéndose- y la grave y pesadillesca BSO de Morricone; asistimos a un impresionante (hipnótico, misterioso) ya mentado primer bloque, que a partir de la escena de la perrera, irá progresivamente torn(enturbi)ando la narración hacia un curioso y fascinante experimento narrativo: una fragmentación de escenas e información (increíbles elipsis) insondable aún viéndola hoy (que puede parecer en tender el film a lo arrítmico, pero que potencia el miedo, la confusión y desconfianza al cubo) y que asemeja un (sofisticadísimo) whodunit a lo Agatha Christie, pero sin una solución, sino varias posibles, mecanismo que a partir de la justamente famosa escena de la prueba de sangre, irá “abriéndose” para llegar al climax final. Última escena, de lúcido nihilismo, que a parte de las muchas teorías que despierta, no consigue disimular la realidad del único destino de los supervivientes. Aparte de Grandes Escenas, existen numerosos pequeños brillantes momentos que ayudan a compactar la atmósfera, inaprehensible inquietud y la moral que impregna la película: el perro observado despegar el helicóptero, deambulando por los pasillos hasta que encuentra a alguien solo (y fundido en negro … uf), el diálogo entre Blair y Clarke sobre los perros (otro uf), el terror de Fuch al apagarse las luces, una sombra cruza delante y él sale al exterior … a su destino (el que fuera), el rostro de Blair observando los datos en el ordenador y cogiendo casi al momento un arma (plan ya trazado), la escena Kurt Russell /grabadora, largo etc…
Destacar un elenco actoral, de personajes definidos desde el principio (estupenda presentación… brutal la de Kurt Russell ) por un simple comentario y/o gesto, rostros adustos que transmiten una eficaz, adecuada y progresiva pesadumbre. La dignidad de Garry, la creída sorna de Palmer, el inquietantemente distante Clarke… ; y se hacen dueños de la función: el alter ego del director, McReady (Kurt Russell), su “contrincante” Childs (Keith David) y el enigmático Blair (Wilford Brimley). No puede uno despedirse sin nombrar a Rob Bottin, cuyo increíble trabajo es ya legendario, siendo las escenas de la perrera (más que ayudado ahí por Stan Winston) y en especial, todo lo de la llamada escena “de la cabeza con patas”, de lo más alucinante en cuento a fx físicos que se ha hecho nunca y que apunta como ninguna otra escena a la angustia y corazón conceptual que maneja la peli: esos entes semi-humanos (cabezas, incluso pequeños brazos se vislumbran), el miedo a perder la humanidad, la personalidad y ser reducido a una caricatura (hablamos de ser “asaltado”, pero ser infectado y modificado lentamente, desde dentro es lo más terrible a imaginar).
Ambu
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