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España España · Valencia
Voto de Talladal:
6
Drama Howard Roark (Gary Cooper) es un arquitecto vanguardista, ávido de romper con todo lo hecho hasta ahora en los terrenos de la arquitectura. Dominique Francon (Patricia Neal) es una columnista del periódico The Banner de New York que también ama la individualidad y todo lo que libere al hombre de la esclavitud de las ideas. Juntos, pero "separados", iniciarán una guerra contra el mundo de lo convencional. (FILMAFFINITY)
10 de septiembre de 2009
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Melodrama e ideología no casan bien. El primero nos señala el camino de los sentimientos a flor de piel, la segunda nos aclara la visión del mundo y así lo contemplamos justo y ordenado. Pero la combinación de ambos propósitos, con tanta intensidad, seca el celebro y el resultado, por tanto, es deslucido.

Un trío amoroso es el esqueleto de la historia y los tres actores que lo conforman son, en gran parte, responsables de que el fallido experimento funcione algo. Gary Cooper hace aquí de íntegro genio de la arquitectura -basándose su personaje en Frank LLoyd Wright- opuesto a las bajas pasiones de las masas volubles y del instrumento a su servicio: un periódico amarillista regentado por un director carente de escrúpulos, hombre hecho a sí mismo, que se siente fascinado tanto por la genialidad como por la la fuerza moral de Gary Cooper. Discrepo de la opinión de Rand de que la opinión pública es independiente de los medios de comunicación de masas. Estos últimos, a mi modo de ver, son en relaidad los autores de las opiniones de lo que la mayoría cree. El personaje femenino sirve de aglutinante del ensayo dramatizado, en tanto que vincula a Gary Cooper con el director del periódico y su cruzada colectivista y gregaria, y del melodrama, con una pasión hechida de sexualidad plasmada en símbolos sexuales muy explícitos y dramáticas piezas musicales marcando las vicisitudes de la tormentosa pasión, que a la larga no resulta muy creíble. Por otra parte, los diálogos son en gran parte discusivos e intelectuales, como conviene si se quiere explicar, pero que resultan perjudiciales si se quiere hacer sentir. Posiblemente en la gruesa novela en que se inspiró la película el affaire esté mejor explicado y se entienda mejor.

Como la historia de amor flaquea, me quedo con el planteamiento filosófico. Da gusto escuchar en estos tiempos de asfixiante y amalgamada corrección política ideas tan radicales -porque van a la raíz de las cosas- y tan saludables como las que se propugnan aquí: la reivindicación del enorme valor social del creador, el derecho absoluto de éste a sus obras, el respeto a la independencia de la labor creativa, la exaltación del individuo y sus potencias frente a los adocenadores proyectos colectivistas, la proclamación de la libertad como el más sagrado de los bienes del ser humano. La película ha pecado de ambiciosa. Podía haber sido tan solo una grandiosa pieza de principios, muy necesaria en estos tiempos en que los bárbaros acechan de nuevo.
Talladal
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