Lo primero que me ha sorprendido es cómo un anciano que casi no puede con su alma se encuentre en medio del océano, solo y con un barco con las velas de izado manual (obsérvese que el génova no lleva enrollador, y cambiarla con mal tiempo debe ser tarea agotadora para él).
Otro detalle es la parsimonia con la que se toma la colisión, se dedica a tareas irrelevantes mientras el barco se inunda. Lo raro es que tiene que improvisar un accionamiento para la bomba manual de achique, cuando debería tenerlo en orden, dada su importancia.
En cubierta y en medio del temporal, se mueva sin arnés ni chaleco salvavidas.
Cuando necesita saber su posición, desempaca un sextante y lo mira como si fuera la primera vez (se nota su falta de práctica). En un plisplas obtiene la posición, pero en ningún momento nos muestran que toma la hora de la lectura, dato imprescindible.
El barco da la vuelta dos veces. La segunda con la cabina completamente abierta, retomando el barco su posición estable sin que, aparentemente, haya entrado mucha agua.
Cuando cae al agua y sube por la borda, me sorprende su fortaleza física, ya que es muy difícil subir de esta manera.
Luego, cuando el barco se inunda, és pasa la noche en la balsa, ligado a un cabo con el barco, sin considerar que si el barco se hunde (como ocurre más adelante) lo arrestraría con él al fondo.
Y todo no han de ser críticas negativas. La fotografía es hermosa y las tomas con la cámara son de un nivel técnico notable, pero los aspectos técnicos de la náutica convierten la película en un producto sin demasiado interés.