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Voto de Archilupo:
9
Drama. Intriga En 1913, en vísperas de la Gran Guerra (1914-1918), extraños acontecimientos, que poco a poco toman carácter de castigo ritual, se dan cita en un pequeño pueblo protestante del norte de Alemania. Los niños y adolescentes del coro del colegio y de la iglesia dirigido por el maestro, sus familias, el barón, el encargado, el médico, la comadrona, y los granjeros conforman una historia que reflexiona sobre los orígenes del nazismo en ... [+]
10 de marzo de 2010
54 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vísperas de la 1ª Guerra Mundial: en una aldea centroeuropea con trazas feudales coexisten un poderoso barón y los aldeanos, casi todos empleados suyos: campesinos, administrador, institutrices, tutores, personal de la hacienda… Y los que no son sus empleados directos, viven en su órbita: el pastor de la iglesia, el médico, el maestro, la partera…

Una de las habitantes de ese mundo explicará, antes de marcharse, que no soporta su ambiente dominado por la maldad y lo brutal.

No es una brutalidad visible, que se manifieste en palizas habituales, violencia explícita. En todo caso, Haneke jamás la muestra, porque quiere ir a la raíz anímica de esa violencia, ese mal.

Es un mundo de interiores silenciosos, sombríos, gélidos, cuyos moradores mantienen entre sí distancia glacial: no se tocan, no se sonríen, no se quieren. Ninguna efusión. Los coitos son fríos, mecánicos. Se tratan de usted, incluso dentro de las familias.
No hay ataque físico cuando el padre severo, representante de la autoridad en el hogar, aniquila la conciencia del hijo con interrogatorios acosadores que todo lo inundan de culpa.
Tampoco lo hay en las palabras de infinita crueldad que un hombre usa para romper con su amante envejecida.
O en la infamante obligación de llevar una cinta blanca los niños, como recordatorio de la pureza que les falta, lo que proclamado queda a los cuatro vientos.
O el incesto abusivo y oculto.
En la aplicación disciplinaria de castigos físicos, dentro de la guerra sistemática al cuerpo, los varazos al otro lado de la puerta se oyen pero no se ven: la cámara de Haneke no dedica un solo plano a lo explícito. No busca el desahogo furioso de un labrador que destroza un huerto a guadañazos, que sí vemos. Es algo más invisible, concreto y terrorífico.
Más de un niño se ofrece a la muerte para huir de una vida insoportable, asfixiada por la presión adulta, ejercida a todas horas.

Desde un tiempo muy posterior, la voz anciana del maestro evoca los extraños sucesos que perturbaron la vida de la aldea. Del relato sensible y sugerente, que sirve de esqueleto narrativo a la película, forma parte el limpio noviazgo del propio maestro con la institutriz contratada por el barón. Sucesos extraños y misteriosos en tanto que desconocida e inimaginable su autoría. Con sello sádico: devastación, torturas a niños.

Según avanza el film, va evidenciando con implacable goteo cómo esos sucesos son escalofriantes, sí, pero no tan ajenos a la mentalidad imperante en la aldea. Más bien expresan su corazón negro: son eclosiones de lo forjado a cada minuto en la vida diaria.

El excelente B&N (muy gris) es un acierto, como el ritmo pausado, sin sobresaltos ni trepidación, apuntando siempre al abuso de poder y autoridad como generador de un mal que, tras germinar, explota sin control y da lugar a una forma de entender la vida que, parece decirse (en un plano que se aleja despacio, y en el suave fundido final), desemboca necesariamente en la Guerra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Archilupo
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