Chiron, un niño afroamericano, huye de unos matones que intentan pegarle cuando conoce a Juan, un traficante de su barrio que ejercerá una gran influencia en su vida.

El Oscar a la mejor película de 2016 fue a parar a este drama intimista que retrata el crecimiento de un joven nacido en un entorno deprimido, obligado a lidiar con la dependencia a las drogas de su madre, el acoso escolar, los peligros de la zona conflictiva donde se encuentra, el rechazo a su homosexualidad, las innumerables dificultades que se le van presentando. Chiron es tímido, apenas habla, posee mucha sensibilidad, se halla encerrado en sí mismo, le cuesta abrirse al resto.

Dividida en tres episodios, enfocados en tres momentos clave que nos ayudan a entender la evolución del personaje, la dirección aporta suaves movimientos de cámara y una cadencia pausada en las escenas. Las interpretaciones son de lo mejor, especialmente la de Mahershala Ali. La falta de afecto, la forja de la personalidad, el peso del ambiente, la lucha por la supervivencia, son algunos de los temas que aborda.