Este remake resulta bastante simpático en líneas generales, rodado con oficio. Posee el gore justo, el número de chistes precisos y el nivel de terror necesario para hacer de ella una entrega entretenida. Los personajes son extraordinariamente torpes, y Chucky (un Chucky tecnológico, adaptado a los tiempos modernos, de apariencia más amable y menos perturbadora que el original) prepara una escabechina tremenda cuando se alcanza el clímax. El joven Andy es presentado como un niño solitario no exento de un lado oscuro. Y Aubrey Plaza siempre estará bien haga lo que haga.

Hay que tener en cuenta que la primera película de Chucky ha envejecido mal, y que las secuelas (salvo "La novia de Chucky", con la que uno se reía), iban de lo malo hasta lo horrible. De modo que no existe un legado tan excelso como para poner reparos a cualquier cosa nueva que realicen con el muñeco diabólico. Se deja ver, aunque se olvide rápido.