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Argentina Argentina · Santa Fe
Voto de Santi Zeta:
4
Fantástico. Aventuras. Drama En un mundo asolado por los pecados humanos, Noé, un hombre pacífico que sólo desea vivir tranquilo con su familia, recibe una misión divina: construir un Arca para salvar al mundo del inminente diluvio. Todas las noches tiene una pesadilla recurrente en la que puede ver la catástrofe provocada por ese diluvio, pero después el sueño termina con la reaparición de la vida en la Tierra. (FILMAFFINITY)
15 de agosto de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Está claro que Aronofsky no quiere contar una historia típica, que quiere alejarse del molde de las superproducciones de Hollywood de los ’50, década tan del gusto de temáticas bíblicas. En esa distancia que quiere trazar con la tradición cinematográfica Aronofsky realiza determinadas elecciones. El problema de “Noé” radica precisamente en las elecciones de Aronofsky. Con aproximaciones a la estética steampunk y la temática post-apocalíptica, “Noé” se separa definitivamente de los logros narrativos de sus primeras películas para acercarse a un remake de “Waterworld”. Si Aronofsky interpreta tan libremente la Biblia (algo con lo que no tengo objeciones), bien podría haberse tomado otra libertad y eliminar el maniqueísmo pueril del relato original. Claro que al director no le interesa ahondar en la psicología del mal; la intención parece dirigida a montar la alegoría new age de una moraleja cósmica, como ya hiciera con “El árbol de la vida” (antes que ésta, su peor película). Para ser justos, la materia con la que cuenta Aronofsky –el relato bíblico- no le permite hacer mucho; cuando intenta introducir algo de sentido común en la trama, algo de “lo que haría uno en esa situación”, el resultado es discordante.
En esta fábula, Cam es el espectador. Moralmente ambiguo, quiere hacer el bien, pero ¿cómo saber lo que es bueno?, su inexperiencia, su candidez, sus apetitos lo confunden y dejan vulnerable al verdadero mal del mundo. Obligado a obedecer ciegamente al mandato patriarcal/divino, incluso en contra de sus inclinaciones naturales. Pero papá/Dios sabe mejor, incluso si no nos da absolutamente ninguna explicación de por qué se comporta como un idiota con nosotros. Desconfiar de sus “caminos misteriosos” trae sus consecuencias, por eso Aronofsky insiste en que doblemos las rodillas ante la verdad del Padre (celestial o terrenal). Si se trata de rescatar un mensaje útil para los tiempos que corren (el llamamiento a la protección de la naturaleza podría inducirnos a pensar esto), hubiese sido bueno que Aronofsky recordase lo que pasa cuando un hombre se cree en posición de decidir quién vive y quién no, sea que esa creencia descanse en una revelación divina o no. El naturalismo vegano que la película profesa no alcanza para desligarla de la ideología reaccionaria que la empapa.
Visualmente, aún podemos reconocer a Aronofsky aquí y allá (por ejemplo, el relato de la creación). Pero la lógica del cine de acción hollywoodense le queda muy mal a una historia como la del diluvio. Crow encarna a un Noé parecido al Bruce Willis de “Duro de matar”, el prototipo de “tipo duro” que aplica la razón de estado, su razón, LA razón; los daños colaterales sólo sirven para enfatizar su integridad moral, la convicción de sus ideales y por lo tanto la veracidad de los mismos.
Nefasta ideológicamente, de lo peor de Aronofsky desde el punto de vista estético. “Noé” es una película que bien podría no haberse hecho.
Santi Zeta
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