Partiendo de la base del gran acierto de mezclar explicación con utopía, vemos que en la cinta el director no solo analiza, si no que intenta traspasar la multicausalidad de las circunstancias y la temática para pasar el balón al tejado del espectador. Lo que agrada es su capacidad de buscar la explicación con la dosificación de la información. No todo es unicolor, si no que buscamos la paleta de la inconsciencia para marcarnos una meta... la explicación de lo intangible, el poder de la mente y la necesidad de estructurarla en nuestra causalidad... o multicausalidad. Con gran acierto técnico, puede carecer de desarrollo interpretativo, pero el guion no deja de ser natural y creíble, sin alardes escenográficos ni chirriantes giros dramáticos. Todo con cautela es llevado a paso firme al maratón del impacto. James McAvoy llena y rebosa las expectativas de un carácter más que complejo con su interpretación desmesurada en momentos pero intensa en su genialidad. El contrapunto menos visceral y más sesudo le acredita esa sensibilidad con la racionalidad que necesitamos para poder creernos lo intangible, es ese reverso de la moneda que no vemos pero necesitamos para ahuyentar las dudas del inconsciente.