Los puntos fuertes de la película recaen en tener la sutileza suficiente para no enseñar todo lo que esconde tanto el personaje de Tom Hanks como la realidad que se esconde en los dramas familiares de sus protagonistas. El mensaje es directo, agudo e interesante. Un guion que se sustenta en unos diálogos fuertes y perspicaces que llenan de múltiples niveles de profundidad a los personajes. La doble vertiente de luces y sombras que hacen entender los giros personales ayudan a explicar cómo somos los seres humanos, y sobre todo, cómo nos relacionamos con los más allegados a nosotros. La ejemplaridad no debe ser universalidad, pero la directora pulsa la tecla adecuada y con la intensidad suficiente como para hacernos ver el choque de sentimientos y razones por las que siempre estamos en constante lucha nosotros mismos y con los que más queremos. La complejidad de toda esa enmarañada vida es más común de lo que creemos, por lo que la empatía surge en cada personaje. Espléndido Tom Hanks que transmite como nadie cada ausencia de expresividad con palabras y miradas llenas de múltiples interpretaciones. Una personalidad hecha a sí misma explicada a través de los demás, de sus palabras y de sus actitudes, todo un logro del guion.