Asistimos como espectadores a una cruenta situación, desde el punto de vista del implicado, sin intentos directos de causalidad, si no se supervivencia extrema. El guion intenta igualar a sus protagonistas, en una clase de magistral democratización vemos como ante situaciones de peligro sus actores son los que llevan la realidad al miedo, a pesar de que la distinción de clases intentan imponer la lógica social, la cruenta y cruda realidad les pone en su lugar. A pesar de su intencionalidad carece de equilibrio temático o análisis profundo pero llega al espectador con un análisis claro desde el punto de vista del no implicado, que asiste a la tensión sin ser partícipe ni del conocimiento de la razón última. La ambientación y fotografía es correcta, con la calidez de un realismo somero, pero mezclando la tensión con unos planos cortos y agorafóbicos a pesar de la realidad de opulencia y dispendio que los rodea. Los personajes, a pesar de su perfil bajo logran empatizar no por sus heroicas acciones, si no por su humanismo (redundante muchas veces pero óptimo).