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España España · Madrid/Murcia
Voto de Harvsi:
8
Drama. Thriller En el Nueva York de los años 30, una familia italoamericana llora la muerte de Johnny Tempio (Vincent Gallo), acribillado a tiros. Los Tempios son un clan mafioso dirigido por tres ambiciosos hermanos. Ahora todo el clan está reunido para asistir al funeral de Johnny, el hermano menor, que se supone ha sido asesinado por Gaspare Spaglia, su máximo rival en el mundo del crimen. Ante su ataúd, sus dos hermanos mayores, Ray y Chez, dos ... [+]
22 de enero de 2023
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es muy desconcertante y triste que una obra tan apasionante como "The Funeral" no llegue a diez mil votos en ninguna base de datos —ni siquiera en IMDb—, y más tratándose de una película de mafiosos en la que aparecen Christopher Walken o Benicio del Toro (además de otros actores conocidísimos), porque la profundidad temática que consigue Abel Ferrara no parece alcanzarla ninguna otra película de este género durante los noventa. "Goodfellas" de Scorsese es casi un chiste de brocha gorda al lado de esto.

Dejando a un lado las anécdotas locas durante su rodaje e ignorando lo chapucero que este pudo haber sido, al final resultó ser no sé si la mejor de Ferrara, pero seguramente sí la más accesible y la que a uno más frustración le provoca que no sea conocida más allá de los círculos cinéfilos. Es una pena, y eso que hay muy pocas muestras de thriller o intriga, es más bien el doloroso drama de una familia de mafiosos. Argumentalmente no ocurren más de tres o cuatro sucesos «importantes» a lo largo del metraje, apenas hay unos pocos momentos que realmente supongan un cambio real en la narración y modifiquen el rumbo de la historia. Esta es simple y perfectamente inteligible, hay en ella muy pocas revelaciones, y sin embargo el enfoque es tan original que todo da la sensación de oler a nuevo. 

Una de las decisiones que consiguen esto es la inteligente manera de estructurar la película mediante el montaje: el supuesto largo flashback, tras el funeral, que podría haber comprendido hora y media de película para entender por qué nos encontrábamos allí —y, de hecho, en principio todo apunta a que esa es la estructura de la que se trata— pronto se pierde por completo. En su lugar, todo son idas y venidas del pasado al presente que conforman una especie de fresco familiar por el que nos deslizamos de manera natural, pues las imágenes fluyen con elegancia y sin dificultad a pesar de tanto salto temporal. Y es admirable que se mantenga al espectador metido de lleno con ese tratamiento del tiempo, que en muchas otras propuestas —y bien famosas— le termina dejando fuera. Apenas suenan disparos —al igual que en "Bad Lieutenant"—, y la mayoría están concentrados hacia unos momentos muy concretos y próximos entre ellos. De hecho, el primer flashback del niño —además de estar increíblemente rodado y estremecer por esa crudeza— sintetiza toda la herencia de la brutalidad que posteriormente iremos presenciando y ya adelanta de forma implícita lo que inevitablemente se avecina en su tercer acto.

Este montaje dosifica la información y la dispone de manera que poco a poco vayamos entendiendo lo que ocurre, pero sobre todo nos introduce en una atmósfera pesimista llena de planos cerrados y oscuros donde progresivamente conocemos la psicología de los miembros de la familia, que es lo que de verdad importa. Además, es curioso cómo a pesar del aparente poco protagonismo que a priori parecen tener las mujeres en una película relacionada con la mafia como esta, quizá la escena más significativa y esencial sea aquella en la que el personaje interpretado por Annabella Sciorra se rompe y por un momento deja entrever todo el peso y el dolor con el que cargan.

Otro de los aspectos que la hacen apasionante y única (y que está presente de nuevo en "Bad Lieutenant" y en muchas otras de su cineasta) es el estilo casi documental de filmar los escenarios y dirigir a los actores: todo es tan genuino, tan realista, tan vivo que parecen imágenes robadas, como si una cámara se hubiese colado dentro de una casa y estuviésemos presenciando cosas que no deberíamos estar mirando. El cine de Abel Ferrara es salvaje, puro y directo (y es cierto que a ratos incomoda), pero esa carga agresiva y violenta suele estar acompañada de otra profundamente moralista —y en ocasiones incluso espiritual o religiosa— que, junto con su inteligente manera de construir atmósferas partiendo de historias sencillas y su forma de mover la cámara, es lo que le diferencia de cualquier provocador sin talento. También impresiona el límite interpretativo al que somete a sus actores: al igual que Harvey Keitel en su película de 1992, tanto Chris Penn —en este caso— como él muestran un lado del actor hasta entonces desconocido, extremo y casi impúdico, donde se confunden persona y personaje. 

Al menos en mi caso, se necesitó un segundo visionado para terminar de entender qué película era y lograr olvidar los códigos de todas las demás con las que comparte género. Supongo y entiendo que a muchos de los amantes del cine de gangsters/mafiosos no debe entusiasmar y se quedará en una «propuesta interesante», pero al menos a mí es, de todas ellas, la que más ha tardado en abandonarme y en cuyas imágenes más autenticidad y belleza he encontrado.
Harvsi
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