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España España · Granada
Voto de Kikivall:
9
Drama Habiendo sobrevivido más que sus contemporáneos, el anciano "Lucky" se encuentra en el tramo final de su vida, donde se verá impulsado a un viaje de autodescubrimiento. (FILMAFFINITY)
14 de mayo de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película Lucky es de esas películas que me gustan. Cine modesto, sin recursos ni fuegos de artificio, pero de una humanidad profunda, incluso de una mística ordinaria, humilde diría yo, la de un anciano de más de 90 años que se asoma a lo insondable.

'Lucky' es el apodo de nuestro protagonista, una palabra que en inglés significa ‘suerte’. La historia se centra en las rutinas, en la vida de este singular nonagenario escéptico, iconoclasta, ‘outsider’ y entrañable. Vive en un pequeño pueblo próximo a la frontera con México y, tras sufrir un desmayo en su casa, despierta del sueño de la inmortalidad y su existencia da un giro. Lucky necesita encontrar la paz espiritual ante el inminente viaje sin retorno del que ha tomado conciencia. Él, que ha ha sobrevivido a sus contemporáneos, ahora se ve al borde del precipicio. Nuestro protagonista, ateo, parece iniciar un itinerario espiritual, va en pos de cierto autodescubrimiento cuya meta quiere devenir iluminación.

Esta es la primera película que dirige el veterano actor John Carroll Lynch y a fe que hace un gran trabajo en eso que se denomina cine independiente. Lynch hace un afectuoso y sensible tratamiento de la historia de Lucky, casi como dejando que sea la propia cámara la que vaya acompañando sin interrupciones y a su ritmo al personaje, una cámara que no turba su emocionante periplo crepuscular. Como el propio director del film declara: “Es el personaje perfecto para una película como esta, que trata acerca de cómo vivir teniendo en cuenta la propia mortalidad y haciéndolo con una cierta alegría […] El hecho de que sea ateo significa que la muerte para él es algo definitivo: no puede contemplar la posibilidad de una resurrección”.

La autoría del guión viene de otros dos actores, Logan Sparks y Drago Sumonja. Se trata de un libreto sencillo pero profundo desde lo cotidiano, y que encierra más contenido de alta complejidad, de lo que pudiera aparecer. Hay episodios con mucha miga, como ese en el cual Lucky, en un cumpleaños de un niño mexicano comienza a cantar en español con acento y con cierto desentone y una carga de soterrada melancolía la famosa canción “Volver, volver” (https://www.youtube.com/watch?v=TOIQQqdv87Q) ante la admirada y entrañable mirada de los asistentes: “Este amor apasionado, anda todo alborotado/ Por volver/ Voy camino a la locura y aunque todo me tortura / Se querer… Resulta emocionante esta improvisación de un Lucky que canta con gran sentimiento acompañado por los mariachis, como si fuera lo último fuera a hacer. Hasta dan ganas de llorar de pura emoción.

Atractiva música de Elvis Kuehn que incluye música popular del oeste americano. Muy buena la fotografía de Tim Suhrstedt que reviste de luz y credibilidad la historia.

El reparto es ante todo un antológico y minimalista Harry Dean Stanton (Stanton deviene volcán expresivo en asordinada erupción) que además de hacer un trabajo de excelencia, se encuentra, ya durante el rodaje, en precarias condiciones de salud, y apenas acabado el rodaje fallecería, poco antes del estreno. De modo que incluso hay un paralelismo entre la realidad personal del propio actor y el personaje que interpreta, quien en una escena finalizando el film confiesa a una joven de color que lo acompaña en su casa: “Tengo miedo” (así es la vida a la hora del final). Quizá por eso, además de por su reconocido nivel como actor (un verdadero icono del cine moderno e independiente desde los años ‘60), Stanton hace un trabajo de enorme valor, bien trabado, con mirada mortecina y silencios que dicen mucho; Stanton derrocha socarronería, humanidad y bonhomía, un personaje, parco en palabras pero de hondas reflexiones. El film está centrado casi exclusivamente sobre el protagonista, pero éste está arropado por una brillante galería de actores-personajes secundarios, que son claves en el transcurso del relato y en cómo evoluciona el propio Lucky en la trama. Actores y actrices como Ed Begley Jr. (magnífico), Beth Grant, James Darren, Barry Shabaka Henley, Yvonne Huff o un magnífico David Lynch, actor de categoría y comediante, él parece haber escrito sus propios surrealistas diálogos: “El galápago planeaba su huida desde hace días”: gran trabajo.

Película centrada sin solemnidad en reflexionar sobre la muerte y aquello que vale la pena llevarse de la vida, un drama de principios filosóficos por encima de cualquier moral. Obra que aborda sin pudor y frontalmente el peso de la vejez y lo inexorable de la finitud de la vida. Hay una secuencia memorable en la cual el protagonista pone en escena uno de los manifiestos existencialistas y ateos más terminantes del cine americano. Es la escena en el Bar, junto a sus amigos. Entre unas y otras él viene a decirles que lo único cierto es que todos están abocados a desaparecer para siempre, que no esperen nada más que el vacío de la muerte, y que cuando llegue hay que hacerlo tirando de entrañas y con una risa en la boca. Una claudicación convertida en pura luz por la sonrisa de Stanton, un gesto que merecería figurar como Patrimonio de la Humanidad.

Hemos de dar las gracias a John Carroll Lynch quien con una claridad expositiva lúcida y una asombrosa escasez de medios ha perpetrado un debut de solidez incontestable, de los que aparecen pocos en décadas. Y muy importante, habiendo dado oportunidad para que nuestro superlativo Harry Dean Stanton redacte un testamento verídico, pues no solamente nos obsequia con uno de sus mejores trabajos como actor (lo cual ya es decir), sino que lamentablemente no pudo visionar la película terminada al fallecer en Septiembre de 2017 a los 91 años de edad. Una pieza de coleccionismo extra-cinematográfico que tendrá su hueco en el corazón de muchos cronistas y aficionados al buen cine. Descanse en paz.
Kikivall
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