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España España · Granada
Voto de Kikivall:
8
Comedia. Drama. Romance Ansa es soltera y vive en Helsinki. Trabaja con un contrato de cero horas en un supermercado, abasteciendo los estantes; luego clasifica el plástico reciclable. Una noche se encuentra accidentalmente con el igualmente solitario trabajador Holappa, un alcohólico. Contra todo pronóstico y malentendidos, intentan construir una relación. Como resultado, Holappa logra controlar su adicción al alcohol.
21 de diciembre de 2023
30 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Genial película dirigida y escrita por el celebérrimo Aki Kaurismäki, una película que habría podido ser muda, de no ser que tal vez nos habría privado de sus canciones (tangos, mambo, pop finlandés), y de su otra banda sonora que nos llega a través de la radio.

Hace hincapié en una representación normalizada y sin drama del sufrimiento, casos de alcoholismo, de escasez, de tragedia y de pobreza. Todos, clase trabajadora muy mal tratada y en condiciones que bordean lo intolerable.

Los personajes de Kaurismaki pasean por la pantalla casi a rastras, como un perro dócil y cariñoso, también desvalido. No hay queja, no se dejan atribular por las circunstancias, tampoco hay arrogancia ni afectación. Personajes tan conscientes de su dolor, que llegan a emocionar.

Ansa (Pöysti) (Ansa significa “trampa” en finlandés), encarnada por Alma Pöysti, es una mujer soltera y vive en Helsinki trabajando, con un contrato abusivo, en un supermercado, reponiendo mercancía de los estantes, con un trabajo precario que roza lo vergonzoso. Una noche, se encuentra con el también solitario trabajador Holappa (Vetanen), un hombre adicto al alcohol, que vive también en el límite de lo decoroso y en la mera supervivencia..

Dos personajes que llevan a cuestas toda su verdad, su aislamiento y su soledad, con sus conflictos laborales, con empleos duros y mal pagados, en empresas abusivas con patronos rigurosos y tiranos. Cuando los vemos en la pantalla con su rutinario y alienante día a día, parecen seres de ficción, aunque una ficción muy real que sobrellevan con paciencia cenobítica.

A modo de lenitivo para estos trabajadores, aparece el amor, cupido que ayuda a que no caigan los brazos, incluso cuando el destino juega muy en desfavor. El filme es en cierto modo una parábola sobre el amor como salvación, como colchón que amortigua la brutalidad de jefes sin escrúpulos. El amor que da fuerza y sana, caminos hacia el consuelo, la esperanza y la luz de la mano de Kaurismäki.

El día que se conocen, ambos, el uno al lado del otro pero sin mínimo roce ni insinuación, van a ver una película de zombis (que por cierto la hizo Jarmusch) y entonces imaginan la idea de seguir igual, o sea, mal, pero con un perro y juntos. Contra todo pronóstico y tras muchos malentendidos, consiguen construir una relación y como resultado, Holappa logrará controlar su alcoholismo.

Esta obra es el vigésimo largometraje de Kaurismäki. Constituye el cierre de su llamada «serie proletaria» (enfocada en la cotidianidad de la clase obrera), que comenzó con “Sombras del paraíso” (1986); “Ariel” (1988) y “La chica de la fábrica de cerillas” (1990). Esta serie fue diseñada originalmente como una trilogía y el título de esta entrega (nueva y deliciosa comedia bañada en vodka), es la cuarta pata del banco.

Fallen leaves («Hojas caídas»), hace referencia a la canción francesa Les feuilles mortes, homenaje a la Nouvelle Vague: https://www.youtube.com/watch?v=zGoWW2GkW78

La película es casi silente, de puro gesto, mínima en su conjunto, poética al máximo y social, muy social. Según el director finés, el amor verdadero asoma tras las acciones y los gestos minimalistas. Miradas como notas de música, el andar pausado y casi etéreo de la pareja protagonista, sus anhelos apuntados en algún mohín imperceptible, una historia de amor que asoma apenas cuando van al cine, cuando visionan una película de zombis (ojo al detalle).

Además, sorprende ver a unos personajes y a unos paisajes urbanos pauperizados, justo en uno de los países con más calidad de vida del mundo. Parece que Kaurismäki prefiere fijarse y detenerse de nuevo en los desclasados, en las «hojas caídas» del título, en las almas solitarias, hombres y mujeres que viven en los márgenes.

Un alcohólico en paro casi permanentemente, una empleada de supermercado acusada cruelmente de haberse llevado un alimento caducado que iba a descartar la tienda, mujer que acaba trabajando en una fábrica. De cómo ambos personajes se enamoran en un modesto karaoke con algunas bellas canciones que sintonizan plenamente con el hilo de la trama.

La poética de Kaurismäki continúa fiel al laconismo, a la concisión verbal, a la expresividad cromática, a los encuadres fijos, a veces primeros planos sugerentes, a un sobrio sentido del humor, y a una construcción de personajes sintética a la vez que plena de emotividad.

Historia de amor constantemente atravesada por noticias de la guerra de Ucrania, emitidos lo noticiarios por aparatos de radio muy antiguos y mobiliario vetusto (parece que Kaurismäki quiere dejar testimonio de que las tropas de Putin están muy cerca de su país). Y a pesar de este panorama de objetos viejos, noticias horribles y parquedad, está la impresión de que esa repetición que vemos en la pantalla es hermosa.

El reparto es muy al estilo kaurismaquiano. Alma Pöysti encarna más que mejor a Alma, muchacha contenida que busca el amor, manteniendo abierto el corazón, pero no a cualquier precio; Jussi Vetanen es Holappa, y parece que lo fuera de verdad, en forma auténtica, de tan creíble como nuestro actor sabe encarnar a un personaje beodo y simple, que camina con un aire de desgastado desapego.

Sensacional el habitual director de fotografía, Timo Salminen y el diseñador de producción Ville Grönroos, con quienes Kaurismäki nos brinda una puesta en escena deslumbrante. Como el cuarto donde se cambian de ropa las chicas del supermercado, en el cual vemos el contraste entre el verde y el rojo de las taquillas y los abrigos de las trabajadoras.

Hermosa película, entretenida a pesar de su tempo tranquilo, divertida más allá de penalidades y con una duración óptima en estos tiempos de excesos: 80 minutos, duración que acierta a concentrar emoción, risa, miradas tiernas, sutiles, tragos de vodka y una singular fiesta del karaoke.

Publicada en revista de cine ENCADENADOS: https://encadenados.org/criticas/fallen-leaves-3/
Kikivall
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