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España España · Granada
Voto de Kikivall:
7
Drama Anthony (Anthony Hopkins), un hombre de 80 años mordaz, algo travieso y que tercamente ha decidido vivir solo, rechaza todos y cada uno de las cuidadoras que su hija Anne (Olivia Colman) intenta contratar para que le ayuden en casa. Está desesperada porque ya no puede visitarle a diario y siente que la mente de su padre empieza a fallar y se desconecta cada vez más de la realidad. Anne sufre la paulatina pérdida de su padre a medida que ... [+]
6 de enero de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anthony (Hopkins) es un hombre de ochenta años irónico y vivo que a toda costa quiere vivir solo, lo cual que rechaza a toda cuidadora que su hija Anne (Colman) le busca para que le ayude en las tareas domésticas. Anne está desbordada pues ya no lo puede atender diariamente y observa la evidencia de que mentalmente su padre empieza a tener serias dificultades y ella necesita tomar las riendas de su vida.

Primer largo del afamado dramaturgo y director galo Florian Zeller, con guion de su autoría junto a Christopher Hampton, adaptación de la obra teatral de título homónimo del propio Zeller. Su director no renuncia de sus orígenes teatrales y exhibe excelentes decorados de estudio y subraya unos magníficos diálogos entre los protagonistas.

Florian Zeller conoce bien el texto que escribió para el teatro. Estrenado hace ocho años en París con pleno éxito, lo traslada ahora a la pantalla. Es un libreto casi autobiográfico en el cual una hija y su padre con alzhéimer viven el conflicto de la enfermedad de este.

Con una meritoria fotografía de Ben Smithard, lo que sobresale en la obra es un reparto de lujo donde destacan Anthony Hopkins y Olivia Colman (que se lucen).

Pero sin ningún género de duda el gran protagonista es Anthony Hopkins que acierta a recrear un confuso y demente personaje con una mirada perdida y vaga, repitiendo continuamente diálogos y dándonos una imagen anímica turbulenta y perturbadora, reflejo de la terrible enfermedad que padece.

La idea es mostrar el alzhéimer, una demencia devastadora en un adulto mayor que cavila de manera incierta, confusamente, sin certezas, desorientado, olvidando a cada paso hasta lo más cotidiano y esencial. De cómo sus recuerdos vuelan como el humo, sus arrebatos de hosquedad, a veces su ternura, el desequilibrio y sus caídas..

Mirando atentamente la cinta, uno se da cuenta de la importancia del montaje en este tipo de obras que hibridan teatro y cine. Y para eso Zeller ha contado con el magisterio de Yorgos Lamprinos, que da toda una muestra, una lección grande, de cómo hay que hacer para dosificar cinematografía y dramaturgia teatral, para que la cosa fluya, ruede y se active de manera perfectamente lubricada.

La puesta en escena es bien sencilla: el alzhéimer en estado puro, un drama profundo y desgarrador, expuesto en forma interesante y atractiva para el espectador, pues lo hace en gran medida desde el punto de vista del enfermo, no sólo de la hija y cuidadores. Un hombre que ve que cómo poco a poco, su mundo de recuerdos, imágenes e incluso de quién es él mismo se va derrumbando.

En el plano psicológico tiene su interés la presencia constante del cáustico y sagaz padre-alzhéimer y su definición de estado de cosas, que es la definición de la familia en su conjunto, de la constelación familiar; o sea, esa especie de estructura flotante que percibe a sus componentes de forma inconsciente según patrones y estructuras en las relaciones del conjunto. Para el padre, él es el más inteligente y capaz; su hija menor, fallecida en accidente y que no sale en el film pero se le nombra, es la segunda en inteligencia. La difunta esposa según Anthony era de cortas entendederas, poco jovial y agraciada. Y la hija y abnegada protagonista que lo da todo por él es igualmente considerada mujer de escaso cociente intelectivo y poco encanto. Es penoso ver reflejado en la apenada cara Anne, estas ideas de su padre.

Hay también la parte del padre como persona, como ser humano. Se ven aclaratorias escenas de un Anthony capaz de enternecerse ante diversas arias operísticas que él escucha. Pero sobre todo al final, cuando el anciano ve que incluso su propia identidad se diluyen definitivamente, cuando Anthony se siente definitivamente indefenso; el protagonista entonces adopta una actitud receptiva e incluso infantil ante la solícita enfermera que le acaricia el cabello entre sus hombros mientras él exclama palabras como “mamá”, “mami”, como un niño.

Un enfermo alzhéimer es algo más que neurología, es alteridad, es persona también.
Kikivall
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