El territorio donde se desarrolla la trama es tan áspero, frío y desagradable que sus habitantes, como paradójica broma, lo denominan Tierra de Dios pero el paraíso puede ser cualquier lugar.

Es la primera dirección de un largometraje por parte del experimentado actor Francis Lee, con un guión firmado por él mismo. Lee afirma que para realizar su ópera prima ha abrevado de la obra de nuestro universal lírico Federico García Lorca, inspirándose en las palabras que pronunciara en su conferencia: “Juego y teoría del duende”, 1933, en. En dicha plática Lorca expresó: “El duende ama el borde, la herida, y se acerca a los sitios donde las formas se funden en un anhelo superior a sus expresiones visibles”. Esta disertación es una interpretación lorquiana del ‘duende’ que le transmitió a Lee un profesor de una universidad de Wakefield y que le supuso una experiencia transformadora.

Lee sabe colocar frente al espectador perspectivas deslumbrantes de campiñas que son naturaleza pura; también la belleza corporal de los juveniles cuerpos de sus protagonistas, así como esa otra realidad del deteriorado padre, roto por el duro trabajo.

El libreto está bien conformado, sin fisuras y creíble, dentro del contexto ‘profundo’ y solitario que viven los protagonistas. Es imperceptible la música de Dustin O'Halloran y Adam Wiltzie, pues lo que interesa más son los sonidos de la naturaleza; los sonidos de la naturaleza manejados como instrumentos de una experimentada orquesta. Tiene una muy bonita fotografía de tonos ocres y sugerentes de Joshua James Richards que sabe recrear el singular paisaje del norte inglés, un paisaje soberbio pero sombrío e indomable.

El reparto son, en lo esencial, dos actores nobeles que hacen grandes sus interpretaciones: Josh O´Connor y Alec Secareanu, a quienes Lee les encarga interpretar el largo y tortuoso camino hacia el “nosotros”, comenzando por el personaje principal que es incapaz para el afecto; ambos jóvenes hacen unos trabajos increíbles, dentro de una cinta austera y visual que se edifica sobre las orgánicas interpretaciones de estos dos actores casi desconocidos.

'Tierra de Dios' nos arroja una desabrida y des-idealizada mirada del entorno rupestre con una gran madurez. Estamos ante un cine pausado, en gran medida silente que se manifiesta en un cine físico que respira espacios abiertos y que sabe a tierra. Drama a ras de suelo y en su vértice la colisión de dos espíritus taciturnos y las pulsiones del amor bullente.