Se ve la buena intención, pero en la película no pasa nada, salvo la insistencia en una situación desgraciada. Hasta el minuto 60 no empieza a pasar algo. Natalia de Molina no lo hace mal, pero es un papel más propio de un documental que de una película. Insistente en las escenas recogiendo comida caducada. Y no pasa nada porque la pobre madre soltera acuda a Cáritas o al Banco de Alimentos o a la parroquia de al lado, como hicieron y han vuelto ahora a hacer cientos de miles de familias.
La película incurre en el error de mucho cine español: el de pensar que lo mejor es filmar la realidad tal como es, sin transformarla con el arte, lo que la hace más real.
Desde luego que resulte casi un 7 para esta película es una deformación causada por el buen corazón de muchos note la desgracia ajena. Pero el cine es otra cosa.