Y es que el aclamado director iraní da un salto a nuestras tierras con una pelicula en apariencia sustanciosa, pero que resulta un tanto normalita y en mi parecer, defrauda, sobre todo después de la magnífica Nader y Simin.
En primer lugar, se nos hace esperar más de 30 minutos hasta saber de qué va la historia, para al final darnos cuenta que se trata de un secuestro barato.
Hay que reconocer su buena mano con la cámara, sabe donde ponerla, con buenas planos y secuencias, pero poco más.
Poco pueden hacer los buenos actores que la interpretan, con papeles de telenovela de por las tardes, con la salvedad de una lacrimosa pero excelente Penélope Cruz, una actriz que demuestra que ha madurado profesionalmente, que hace una actuación muy creíble; pero no es suficiente para salvar la película.
Excelente también la fotografía del gran maestro J. Luis Alcaine.