Ya no lo aguanto más. No aguanto que los enamorados construyan parques temáticos en los jardines de sus enamoradas; que las tías que se echan a los a bares para conocer hombres y se los tiran esa misma noche, luego monten en cólera y pierdan la cabeza, ofendidísimas, porque ellos sólo buscaban un polvo; que todo el mundo pegue tantos grititos y haga tal cantidad de muecas constantemente; no soporto que los personajes den la chapa sobre sus amores y desvaríos en cualquier situación pública que se les presente, sobre todo si están subidos a un atril con un micrófono; me pone a parir tanto conservadurismo rancio y tanta moralina contemplativa de pacotilla. Que assssco me dan estas películas. Son dañinas.

Esta, además, es un coñazo. Tiene menos ritmo que un fado. No arranca mal, pero al final tienes ganas de escupirlos a todos, sobre todo al niño ese, actor lamentable, que en vez de mirar a la chica de sus sueños con amor, le pone ojitos de asco siniestro, como si deseara apalearla con un bate de beisbol.

Lo único llevadero del tema es Steve Carrell, tan majo como siempre, y Ryan Gosling, más majo que nunca.

Esta sí que es otra estúpida película americana.