El principio no lo vi, así que no sé muy bien qué tripa se les rompe a estas tías, pero el caso es que la americana pizpireta piruleta viaja a casa de la británica, donde conoce a su bello hermano y le sugiere echar un kiki ná más verlo, mientras le pone un montón de caritas y muequecillas, y mueve mucho las manitas y sonríe como el Joker, y no para de decir polleces cándidas, que ella piensa que son muy inteligentes y maduras, pero en realidad denotan una subnormalidad preocupante. El bello, que accede a lo del kiki, claro, nos sale goloso, ya que cae rendido ante la piruleta, y la verdad es que no se entiende muy bien por qué y hasta da grima.

A la británica, mi otrora admirada Kate Winslet, a la cual no perdonaré jamás por este oprobio, le toca la peor parte, con diferencia. No es que la casa de la piruleta no sea chuli, que lo es, claro, como la dueña, sino que está vacía, sin maromo buenorro a quien cepillarse. Lo más parecido a eso que encuentra es a su ancianito y encantador vecino, de quien se hace amiguita, y tú piensas… hombre… a la Diaz le cae un Jude Law y a la Winslet una momia… es desproporcionadamente injusto, caray. Pero al rato te das cuenta de que todo es mucho más cruel, ya que la pareja de la pobre no es el viejo decrépito, sino Jack Black. Hala, te jodes Kate, no haber hecho la peli esta. Pero ella es tan simplona, tan carente de seso y autoestima, que está encantada y también cae rendida ante el engendro que hace muecas, como el tonto de su hermano, y la verdad es que tampoco esto se entiende muy bien y desde luego también da mucha grima.

En realidad, la película sólo tiene dos defectos: su guión piltrafa, con argumento automático y diálogos imbéciles que dan la sensación de que pretenden ser serios, lo cual es bastante patético, y las exasperantes maneras de esa extraña mujer que es Cameron Diaz, a la que apetece soltar dos guantás cada vez que está en plano. Por lo demás, se ve sin problemas.