El pollo es la verdadera estrella de la película (lo siento por Vincent Price) pero, dada su condición de ave agrícola, nadie ha tenido a bien reconocérselo, y ni siquiera le han puesto en los créditos. ¡Panda de ingratos!

Bueno, que lo sepáis. El que vea esta película se va a encontrar con un despliegue cómico del pollo que no tiene parangón. Que nadie se lo pierda.

Pollos aparte, los minutos iniciales de la peli son magníficos, propios de Tourneur que, como tenía por costumbre, juega a la perfección con la cámara, las luces y las sombras, pero se pasa por el forro el argumento, que lo mismo le da. Aquí se han inspirado en un poema de Poe, que es capaz de inspirar lo mejor y lo peor, visto el resultado.

En tierra, la película está muy bien… pero cuando los protagonistas se zambullen en la ciudad sumergida, la película hace aguas.

Por cierto, una curiosidad… Cierta secuencia me ha recordado muchísimo a otra cierta secuencia de Indiana Jones y el templo maldito. Así que, ya tenéis dos motivos para ver la peli:
1-Descubrir qué secuencia es esa.
2-Disfrutar de Herbert, el pollo.