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Voto de Tercero:
9
7,7
27.631
Ciencia ficción. Drama
California, 1987. San Junipero es un divertido destino de vacaciones lleno de sol, surf y sexo. Yorkie (Mackenzie Davis) y Kelly (Gugu Mbatha-Raw) son dos chicas que acaban de llegar, esperando que su estancia les proporcione diversión y algún cambio en sus vidas. Multitud de jóvenes se divierten bailando en las discos de moda. Pero para algunos de los visitantes de San Junipero, en cambio, la medianoche es una hora importante en la que algo sucede. (FILMAFFINITY) [+]
26 de octubre de 2016
50 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acostumbrado a la perplejidad de Black Mirror este capítulo nos sabe, sin apartarse de la esencia de la serie, diferente, elegante, emocional, afectuoso y, ¿esperanzador?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Un traspaso del "yo interior", de la conciencia —del yo profundo bergsoniano para quien le guste la filosofía—, del espíritu hacia lo digital, hacia una cápsula que conectada a un panel posibilita una vida eterna después de la vida. Que le den a la nada, dejar de existir ya no es dejar de existir, ahora dejar de existir es existir virtualmente en un "pastilla tecnológica". Pero, fuera del juego de vínculos afectivos entre ambas protagonistas, el final es puramente terrorífico: ¿seguir "viviendo" sin que en nuestras vidas se produzcan cambios, tan sólo una prolongación hedonista de nuestras sensaciones?, ¿seguir viviendo para siempre sin sangrar, sin dolerse, sin romperse, sin ver a nadie morir, sin poder morir, sin que nada nuevo acontezca? Esa eternidad que nos lo ofrece todo, al fin y al cabo queda reducida al absurdo, a la nada, porque sin un final nada tiene sentido.
A mí, aunque parezca un paraíso lúdico y atractivo, no me llevéis a San Junipero, dejadme convertirme en nada, dejadme que sea —ahora que la iglesia no quiere ni que seamos cenizas— ceniza.
A mí, aunque parezca un paraíso lúdico y atractivo, no me llevéis a San Junipero, dejadme convertirme en nada, dejadme que sea —ahora que la iglesia no quiere ni que seamos cenizas— ceniza.