Un puede hacer dos cosas frente a "Holy Motors": pelear con ella o fluir con ella. Si nos da por pelear, tarde o temprano llegará el desconcierto y la furia al no encontrar la clave que justifique el discurso actoral que estamos viendo, por atractivo que resulte. Si nos da por fluir, evitando explicaciones y abandonándonos a una lógica loca necesaria en un mundo loco, llega un punto en el que inevitablemente caemos rendidos al trabajo de Denis Lavant y Leos Carax.

Tiene puntazos atractivos, momentos a contrapelo, giros que nos obligan a reacomodar la percepción y un pulso que no decae en casi dos horas (salvo en el chirriante encuentro con Kylie Minogue). El caso es que fue rodar esto y la carrera de Carax quedó suspendida después de una película que, vista siete años después, marcó un hito para lo bueno y lo malo. Ahora se anuncia un nuevo título para 2020. ¿Cabe ansiarlo o temerlo?