Media votos
7,2
Votos
808
Críticas
72
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Romano:
6
1 de noviembre de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En algún lugar de nuestra anatomía hay un punto -todos lo tenemos- conocido como el punto K. Un punto que, debidamente estimulado, reacciona con una demanda insaciable de Kung Fu.
Kung Fu sin concesiones, donde los huesos crujan, la sangre lo salpique todo y los premolares salgan volando tras una buena tollina. Kung Fu a machetazos que seccionan cuerpos, atraviesan puntos vitales o simplemente cortan el aire cuando están en manos de un enemigo tan abundante como incapaz. Kung Fu a escopetazos que abren boquetes como puños o, por qué no, con la inestimable ayuda de explosivos que llenan la escena de picadillo humano. Kung Fu con hachas, cadenas, tubos, puñales, sierras mecánicas, tacos, ganchos y todo utensilio de valor en la cocina de la muerte. Kung Fu enmarcado por una historia de chicos malos con su poquito de traición, venganza, redención imposible y con media docena de frases lapidarias (“No se puede matar lo que ya está muerto”) que se bastan para vestir a los personajes.
Esta peli va como un misil hasta nuestro punto K. Una vez nos lo activa, poco importan fallos de raccord, tropiezos de la trama o carencias actorales. Es fascinante. Es psicotrónica. Es una nueva demostración de que Indonesia lo está petando. Y en Netflix ya lo saben.
Kung Fu sin concesiones, donde los huesos crujan, la sangre lo salpique todo y los premolares salgan volando tras una buena tollina. Kung Fu a machetazos que seccionan cuerpos, atraviesan puntos vitales o simplemente cortan el aire cuando están en manos de un enemigo tan abundante como incapaz. Kung Fu a escopetazos que abren boquetes como puños o, por qué no, con la inestimable ayuda de explosivos que llenan la escena de picadillo humano. Kung Fu con hachas, cadenas, tubos, puñales, sierras mecánicas, tacos, ganchos y todo utensilio de valor en la cocina de la muerte. Kung Fu enmarcado por una historia de chicos malos con su poquito de traición, venganza, redención imposible y con media docena de frases lapidarias (“No se puede matar lo que ya está muerto”) que se bastan para vestir a los personajes.
Esta peli va como un misil hasta nuestro punto K. Una vez nos lo activa, poco importan fallos de raccord, tropiezos de la trama o carencias actorales. Es fascinante. Es psicotrónica. Es una nueva demostración de que Indonesia lo está petando. Y en Netflix ya lo saben.