Esta película podría medio haber salvado el tipo con otro desenlace. Porque mira que es feo el final de «Valor de ley», ese epílogo con salto temporal que te pone los pelos como escarpias. Una verdadera lástima teniendo en cuenta que el tramo anterior, el viaje nocturno ante un cielo estrellado, y no importa que sea falso, es muy bonito.

«Valor de ley» es una nueva incursión en el western, género que ha dado grandes títulos en el pasado pero que la modernidad no le ha tratado demasiado bien, por mucho «Sin perdón» que quieran vendernos como lo más increíble de la Historia del Cine. No lo es. Esto no viene a cuento, pero como leo mil y una comparaciones, y tal parece que es el único referente cinematográfico sobre «el oeste», quiero insistir en lo mismo: la peli de Eastwood está desquiciadamente sobrevalorada. Punto.

No he visto la película original de Hathaway, así que mi valoración de la obra de los Coen no está contaminada en este sentido. Reparto irregular, en el que destaca por méritos propios Jeff Bridges, por supuesto, y donde un Matt Damon y una primeriza Hailee Steinfeld se muestran simplemente pasables. Los tres personajes, eso sí, son incomprensibles y tirando a pírricos en cuanto a personalidad constructiva y sólida. De hecho, Cogburn (con un parche del que no se sabe el origen) y LaBoeuf discuten mucho y de repente, sin relación entre el diálogo anterior y el posterior, ni en consonancia con las situaciones que están viviendo, error que sólo puede deberse a un guión mal elaborado que necesita avanzar de cualquier forma. La niña, Mattie Ross, cae mal o bien según el momento, pero esto no es lo más importante sino saber por qué se gana el respeto y el cariño de sus dos acompañantes, en especial del viejo y borracho Cogburn, por quien esta Ross no hace nada ni a quien le dice nada que no sea protestar, mandar, exigir e insultar. ¿Por qué se forman esos lazos tan fuertes, entonces? Quizá es que yo necesito motivaciones, hechos, cierta lógica o afinidad que una a dos personas, y no este tipo de relaciones planas que surgen porque tienen que surgir y, si no, no habría película.

Tiroteos que parecen burlas, forajidos deformes, venganzas amorales y paisajes de agradable fotografía son los otros componentes de «Valor de ley». Partiendo de una primera media hora anodina y flojísima, luego mejora moderadamente para caer en picado en una conclusión final que, no es que sea triste o amarga, es que es fea.

Aún con todo, puedes verla, aunque westerns los hay mil veces mejores.