Parece que esta película nos quita las palabras de la boca, dado el ambiente económico mundial. Más de uno y de dos, se habrán sentido identificados con esa idea de la esclavitud ligada al endeudamiento. Pero yo de economía no tengo ni idea, y además me gusta hacer alarde de ello, así que pasemos fotograma.

En una de esas noches en las que prácticamente te ves impelida a ver lo que echen en la tele, me topé con «The International: dinero en la sombra», título que no le hace justicia a este thriller estadounidense con protagonista, director y ambiente europeo. Aprovecho esta oportunidad, como apunte extra al comentario de la película, para recalcar lo asombrosamente fea que es la estética europeísta, que no de Europa, quiero puntualizar. Esos edificios oficiales de los organismos y autoridades que gobiernan el continente, moles acristaladas, rectas, frías y cuadriculadas, son un puñetazo a la retina y al estómago. De ahí no puede salir nada bueno, seguro.

De donde sí sale bueno es de esta película, dirigida por Tom Tykwer con pulso moderado y hasta desafiante, como ocurre en la escena, ya nombrada, del Guggenheim. La trama es la convencional en cualquier peli de este género pero lo que me ha gustado es que el guión es completamente entendible y coherente, y eso es algo que debemos valorar. Un banco internacional con negocios en la compra venta de armas y un agente de la Interpol, ex policía de Scotland Yard, que tiene la apariencia varonil, endemoniada y caótica de Clive Owen, con un Louis Salinger competente y honesto hasta las últimas consecuencias. Me temía lo peor en la recta final, pero la historia da un golpe maestro con una última secuencia donde todo cobra un matiz más siniestro y desesperanzador. El personaje de Naomi Watts, que parece que tiene peso, resulta que no lo tiene, y te quedas como pensando a qué viene, entonces, su existencia. Quitémosla de la trama; se mantiene igual.

A pesar de la denuncia de los poderes en las sombras, que es algo muy serio, se trata de una cinta de puro entretenimiento ejecutada con eficiencia. Y ya es bastante, oye.