Si alguien piensa que hacer una segunda versión de un mismo manga con apenas seis años de diferencia no es una buena idea, se equivoca. «Brotherhood» es mucho mejor que la anterior, así que mi consejo es que veas esta primero. Luego, si quieres y por completar, puedes ponerte los primeros capítulos de la versión de 2003 y alguno más suelto, como el treinta y siete, que es un gustazo.

Curiosamente, varios de los fallos que critiqué en «Fullmetal Alchemist» aquí se solucionan, así que debo suponer que la autora Arakawa sabe lo que se hace. La historia mezcla un poco de humor con bastante de buena acción y una trama atractiva en la que, sin embargo, me siguen faltando algunas explicaciones o aclaraciones relacionadas con «la verdad» y los homúnculos. Mejora también en la animación y hasta en el diseño de los personajes. Ya sé que esto es muy intrascendente e irrelevante, pero debo resaltar lo favorecedor y viril que se ve Edward con coleta en vez de trenza y con un atuendo más clásico de pantalón sastre y abrigo largo oscuro; aunque posiblemente el mejor vestuario sea para la oriental Avaricia y su traje negro de estilo mao.

La historia, con algunas variaciones, parece que va a ser igual a la que ya conocemos pero a partir del capítulo quince más o menos todo cambia, y cuando digo todo es todo, y para bien. El inconveniente principal que le encuentro es lo descompensada que está en el tratamiento de los personajes y las historias paralelas, sin motivo alguno. Fijémonos en los homúnculos, que tienen esta vez un merecidísimo peso en la historia, aunque no por igual: de Lujuria, Gula y Pereza, por ejemplo, no nos cuentan absolutamente nada mientras que al resto nos los describen casi al detalle. Lo mismo pasa con la unidad de Roy Mustang, de quienes desconocemos vida, pasado y obra excepto en lo que esté relacionado con la trama propiamente dicha, y no me parece bien; si hasta las quimeras que aparecerán luego tienen más minutos que Breda, Havoc, Falman y Fuery, por favor.

De hecho, podrían haber rematado la cosa y haberle dado el protagonismo absoluto al fogoso Roy Mustang y a sus subordinados y amigos, porque todo lo que tiene que ver con ellos es lo mejor de la serie. Las intrigas a las que se ven obligados, la lealtad sin una grieta, sus nobles aspiraciones, sus planes en medio de todo el peligro, cómo interactúan, cómo se consideran unos a otros. Me encantaría saber de qué forman han llegado a este punto de unión y afecto mutuo en el que son uno para todos y todos para uno y donde seguirán a su coronel Mustang hasta más allá del infierno si es necesario. De entre ellos, «la reina» Riza Hawkeye es quien mayor lealtad y amor demuestra hacia Roy en una relación llena de fuerza, compenetración y carisma que hace que esta pareja de la que esperamos ansiosos un final feliz sea de nuestras favoritas del anime. La alquimia de fuego de Mustang explotará todo su bello potencial y él mismo hará un despliegue de perfecta, implacable, sobria y erótica masculinidad con la que pondrá de rodillas a sus peores enemigos, y esto es en un sentido muy literal. Mustang chasquea los dedos como nadie y es siempre el héroe; para la historia queda el capítulo diecinueve, donde un Roy con la camisa abierta nos quemará a todos.

Los hermanos Elric son encantadores aunque menos intensos. Eso sí: la relación entre Eward y Winry es emotiva y romántica con apenas un par de escenas y algunos diálogos. Me ha gustado. Hay muchos más personajes, como los habitantes del lejano país de Xing y, por supuesto, un inmenso King Bradley; para mí el mejor junto con Mustang.

No le quites ojo