Película minimalista en la acción y con espíritu indie, «Solo los amantes sobreviven» es un tedio. Si le doy una estrellita más de la merecida es solo y exclusivamente porque el apuesto de Tom Hiddleston hace un papel sensacional, una interpretación espléndida, de esas que parecen que no son nada y sin embargo lo son todo.

El resto de la obra es la excusa que el director Jim Jarmusch encontró para volcar sus gustos particulares y quedarse tan contento. No por nada Jim Jarmusch es también el guionista de «Solo los amantes sobreviven». Aquí la única duda es si los espectadores sobreviviremos a esta retórica vampírica (que podrían ser vampiros o no, no aporta nada), muy afectada, muy lánguida y musical. De entrada no te crees esta relación, no daremos más explicaciones pero es evidente que no resulta nada creíble. Luego está la trama, que no hay. No es broma, es que realmente no hay historia: todo es una sucesión de posturitas de los amantes, de que si pongo un disco, que si te acuerdas cuando…, que si salimos a pasear. Que quizá de otra forma, con otra estética, con otro estilo, podría ser al menos atractivo, atrayente, puede ser, pero Jim no lo consigue.

En un momento dado, media hora antes del fin, aparece el giro de guion con la hermana insoportable de la protagonista y ya la peli se vuelve estúpida, al menos los amantes demuestran que son tontos perdidos. Luego pasa otra cosa y la peli acaba.

Punto.