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Voto de Kaori:
2
4,8
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Acción
La nueva misión del agente especial Ethan Hunt consiste en impedir que un despiadado ex-agente que se ha convertido en terrorista internacional se apodere de un virus mortal y lo introduzca en Australia causando millones de víctimas. Para ello, cuenta de nuevo con la inestimable ayuda del genio informático Luther Stickell, con el experto conductor Billy Baird y con la sensual y exótica ladrona internacional Nhye, que mantuvo una ... [+]
12 de enero de 2013
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se pueden criticar muchas cosas de «Misión imposible 2», pero hay un par que son intocables: una, Anthony Hopkins, quien estoy segura que ni se leyó el guión de la película; y dos, Tom Cruise. Este hombre tiene físico, tiene cerebro, tiene carisma y tiene talento, así que es lógico que se le odie. No tiendo a fiarme de los premios ni reconocimientos, pero creo que sus siete nominaciones a los Globos de Oro, sus tres ganados y sus tres nominaciones a los Oscar no es una trayectoria que tenga cualquiera.
Pero vamos a lo que vamos, que es la segunda entrega de la saga Misión Imposible, franquicia que dio un bajón considerable en tan sólo cuatro años, que se dice pronto. El encargado y responsable de este estropicio es John Woo, un señor que ha tenido que volver a China para ganarse el pan, quizá porque se ha sentido incomprendido al otro lado del charco o quizá porque le hemos echado, idea que daré por válida hasta que no se demuestre lo contrario.
Lo mejor de «Misión imposible 2» es, a parte de los actores, lo muchísimo que te ríes. Con sentido del humor y buena compañía, se te saltarán las lágrimas de tantos disparates que llenan la trama, sobre todo en lo que se refiere a la acción, que es cuando Woo da lo peor de sí. Una vez superada la impresión que te produce el encuentro en el tablao de Ethan y Nyah en una Sevilla imaginaria y su posterior flirteo a doscientos kilómetros por hora al borde de un precipicio, la película cobra algo más de sentido y hasta crees que la cosa puede entonarse, puesto que encima aparece el atractivo Dougray Scott, más malvado y guapo que nunca. No es así. Cámara lenta absurda y cansina; protagonismo exacerbado de una bandada de palomas (tiene que significar algo, lo sé, lo sé); o ruptura de las leyes de la física, del tiempo y del espacio, y todo a cámara lenta, que queda más ridículo. Desternillante.
Me duele puntuarla tan baja por Tom Cruise, y más con lo que se luce durante la escalada, lo que tiene un mérito impresionante, pero es que es mala, mala sin remedio. Lo siento, Tom.
Pero vamos a lo que vamos, que es la segunda entrega de la saga Misión Imposible, franquicia que dio un bajón considerable en tan sólo cuatro años, que se dice pronto. El encargado y responsable de este estropicio es John Woo, un señor que ha tenido que volver a China para ganarse el pan, quizá porque se ha sentido incomprendido al otro lado del charco o quizá porque le hemos echado, idea que daré por válida hasta que no se demuestre lo contrario.
Lo mejor de «Misión imposible 2» es, a parte de los actores, lo muchísimo que te ríes. Con sentido del humor y buena compañía, se te saltarán las lágrimas de tantos disparates que llenan la trama, sobre todo en lo que se refiere a la acción, que es cuando Woo da lo peor de sí. Una vez superada la impresión que te produce el encuentro en el tablao de Ethan y Nyah en una Sevilla imaginaria y su posterior flirteo a doscientos kilómetros por hora al borde de un precipicio, la película cobra algo más de sentido y hasta crees que la cosa puede entonarse, puesto que encima aparece el atractivo Dougray Scott, más malvado y guapo que nunca. No es así. Cámara lenta absurda y cansina; protagonismo exacerbado de una bandada de palomas (tiene que significar algo, lo sé, lo sé); o ruptura de las leyes de la física, del tiempo y del espacio, y todo a cámara lenta, que queda más ridículo. Desternillante.
Me duele puntuarla tan baja por Tom Cruise, y más con lo que se luce durante la escalada, lo que tiene un mérito impresionante, pero es que es mala, mala sin remedio. Lo siento, Tom.