-Una tipa aquejada de síndrome de Clerambault que se piensa que el protagonista de un reality show, en el cual trabajo un día como extra, está enamorado de ella solo porque le miro con ojitos tiernos. Aunque en realidad lo que pasó es que el muchacho andaba un poco atontado porque uno de los músicos en directo del programa estaba afinando su trompeta a escasos centímetros de sus orejas.

-Un hipocondríaco aquejado de obsesión por la limpieza. Vive permanentemente en la bañera. Sorprendentemente su patología le permite sobrevivir a accidentes como quedarse dormido en dicha bañera. Aunque sus funciones cognitivas frente a la exposición al peligro están seriamente mermadas. Afortunadamente, la estantería que sostiene el aparato de televisión, a escasos centímetros por encima de la superficie del agua, es de buena calidad y no hay que lamentar accidentes.

-Dos ancianitas lesbianas que, en el otoño de su vida, viven felices y contentas su amor la una por la otra. Entrañable y acertado llamamiento a la normalización de las parejas homosexuales y/o de estilos familiares alternativos, sin caer en la gratuidad o el morbo barato.

-Dos guardias nocturnos de un aparcamiento simbolizan el aislamiento y la soledad del individuo y como la televisión logra hacerles afrontar la monotonía de su día a día y la futilidad de su existencia.

-Un grupo indeterminado de personas que, debido a una catástrofe de naturaleza indeterminada, buscaron refugio en la cafetería de un pueblo de Winsconsin según se entra a mano derecha. Eso o bien que no había un cerrajero de guardia y por eso la pasaban allí dentro todo el día.

-Tres estudiantes japoneses de intercambio que aprenden el idioma viendo el susodicho programa televisivo. Para que luego digan que la tele no culturiza.

-Un tipo con gafas y boina de "auteur" bohemio francés (la boina, no el tipo) aquejado de una fuerte megalomanía. Afortunadamente, esta internado en una especia de sanatorio mental ultra-moderno (para la época) y no carente de atención medica personalizada con un equipo competente a su disposición las 24 horas del día.

Lamentable el final que no nos explica si los japoneses lograron aprobar el examen. Injustamente ignorados por el director, no solo su historia queda inconclusa, sino que no disponen de escena final a diferencia del resto de los personajes.
Una gran injusticia