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España España · Honor al Sabadell!
Voto de Grandine:
7
Thriller. Drama Mientras reparan un satélite fuera de su nave, dos astronautas sufren un grave accidente y quedan flotando en el espacio. Son la doctora Ryan Stone, una brillante ingeniera que realiza su primera misión espacial, y el veterano astronauta Matt Kowalsky. La misión exterior parecía rutinaria, pero una lluvia de basura espacial les alcanza y se produce el desastre: el satélite y parte de la nave quedan destrozados, dejando a Ryan y Matt ... [+]
12 de diciembre de 2013
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más de un lustro llevaba Cuarón sin hacer reaparición en el panorama desde que Hijos de los hombres le reportara no pocos elogios allá por 2006. Muchos éramos los que esperábamos que Cuarón volviera al género que lo engrandeció, aunque no parecía demasiado probable al estar sumergido en una maquinaria, la de Hollywood, que tritura directores con tal de llevar a la gran pantalla cuantos proyectos descabellados se nos puedan ocurrir.

No obstante, el cineasta ha demostrado gran personalidad: no sólo por no haber tomado un proyecto alimenticio entretanto, sino por haber realizado una propuesta que, con sus más y sus menos, se ciñe a lo que podríamos llamar una experiencia en toda regla. Esa personalidad queda plasmada en el celuloide desde su plano secuencia inicial hasta la última panorámica vertical que nos regala el mexicano. En ese sentido, en el estilístico y formal, se podría decir que Cuarón se ha sumergido en una tremebunda odisea y, no obstante, ha salido airoso. Y es que llevar a cabo un ejercicio formal como el que se propone aquí el autor de Y tu mamá también resulta tan difícil como complejo, pues ya no se trata únicamente de que un plano secuencia pueda estar medido a la perfección, o de que un travelling resulte conciso, se trata también de capturar las sensaciones de algo que, como espectadores, no hemos experimentado en un marco como el que nos ofrece Cuarón. Trasladar, pues, sensaciones como el miedo, el nerviosismo o la tensión más pura a un escenario como el que arroja Gravity, supone un reto todavía más grande que uno se percata de que el cineasta ha logrado mantener intacto cuando, en los últimos compases del film, por fin se puede descansar aliviado en la butaca.

Sin embargo, un reto como el que supone realizar un film como Gravity, en el cual el pretexto nos lleva a seguir el periplo de alguien perdido en el espacio, es difícil de mantener a la altura durante los 90 minutos que dura la película de Cuarón. Y no, no piensen que hablamos tanto de lo aburrida que pudiera haber resultado la propuesta en algunos compases (algo inconcebible viendo como maneja ciertos factores el responsable de todo esto), sino más bien de las argucias de las que se surte, esas en las que un dramatismo que en ocasiones casi roza lo impostado (hay partes del relato de Bullock que parecen sentirse fuera de lugar) hace aparición, y del tour de force de una Sandra Bullock que, aunque sabe desgranar ese personaje con acierto, tiene entre manos uno de esos papeles que podrían haber poseído mucho más poderío (sin llegar al nivel de actuaciones rimbombantes que ofrecen de tanto en tanto ciertas actrices), y que finalmente parece depender más de su propio relato.

Otro de los peros es el hecho de poner en entredicho la coherencia interna del film, y es que si bien Gravity sabe funcionar a modo de experiencia, aquellos momentos en los que coarta esa realidad forjada llevándola hasta puntos que no se sostienen, lastran en cierto modo la propuesta. Ello se debe al hecho de que Gravity es, especialmente, uno de esos relatos en los cuales el pacto ficcional no se debe romper para lograr que el espectador esté en todo momento sumido en la propuesta; pese a ello, es el encanto, la valentía y la pureza de la misma lo que logran que un factor como ese resulte del todo menor, y es que en términos generales (obviamente, la comparación que realizaré no se sostiene por sí misma) Cuarón sabe capturar la magia del celuloide, una de las razones por las cuales fue concebida y que ya brillaba con fuerza en los primeros cortometrajes de los Lumière, en aquella Llegada del tren a la estación de Ciotat que ya funcionaba como experiencia pura y dura, acogiéndose a uno de los motivos por los que el cinematógrafo fue creado, y que el mexicano condensa en Gravity con una pericia digna de elogio. Algo tan sumamente inconcebible hoy en día en una propuesta del tamaño, naturaleza y presupuesto de Gravity, pero que Cuarón logra como si fuese un alumno (aventajado) de aquellos cineastas que un día empezaron a experimentar sin saber exactamente qué tenían entre manos.
Grandine
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