Definitivamente, "Zodiac" era el film que necesitaba David Fincher para demostrar de nuevo el talento que esconde tras esa meticulosa planificación de cada escena, ese soberbio clímax que sólo él sabe como alcanzar en una cinta que, realizada por otro, no pasaría de ser un interesante documento más y una dirección de actores prácticamente impecable, donde cada uno de ellos está en el lugar preciso en el momento adecuado.

Y digo que la nueva propuesta que aquí nos brinda el amigo Fincher era lo que, precisamente, necesitaba porque tras haber demostrado que sabía desenvolverse con una soltura inhabitual tras tramas que se retuercen y se las ingenian para sorprender al espectador gracias a una resolución de lo más enmarañada, aquí recurre a una historia que, desenvolviéndose con gran astucia y habilidad, no precisa de esas pequeñas trampas, esos engaños, esos punto final que, como juguetes, sorprenden al espectador dejándole al borde de la estupefacción.

En esta ocasión, no sólo es valiente que el realizador de obras tan contundentes como "Seven" haya optado por otra vía muy distinta, sino también arriesgado y sumamente inteligente, pues tras estar esperando ese preciado juguete, ese último recoveco, ese remate de la gran maraña de la que antes hablábamos, uno se queda no sólo sorprendido por el aplomo y la decisión de tomar una vía tan insatisfactoria para el espectador medio, sino también impresionado por la decisión con la que es afrontado ese soberbio tramo final.

Además de ello, se vuelve a lograr un thriller truculento y turbio sin necesidad de recurrir a grandes artificios ni excesos de lo más vulgares, alcanzando éste su apogeo en ese recorrido a puertas de la conclusión, que posee momentos donde la tensión más palpitante se apodera de la pantalla. Y con ello no estoy insinuando que esa tensión sólo se palpe durante esos instantes, sino que es cuando alcanza mayor brío, pues el inteligente cineasta norteamericano se asegura de administrar las suficientes dosis de inquietud y congoja como para que Zodiac no mantenga pegados al desconcertante caso sólo a los protagonistas del film, sino también a un espectador que de bien seguro seguirá con felina atención cada uno de los pasos que se den en esta fascinante y absorbente película.

Tras ello, quedan otra enorme interpretación de un Downey Jr. que cada vez va a más en su carrera y demuestra ser un intérprete mejor que la última vez, un Gyllenhaal sobrio y serio y Ruffalo que, además de aplomo, ofrece mucha mesura interpretativa para tomar un papel que en ningún momento se le va de las manos.
Lo demás queda a cargo de un increíble visionario que avanza a pasos agigantados en el arte cinematográfico y que recrea con gran minuciosidad cada uno de los recovecos que componen esta, su última (de momento) y colosal obra.