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España España · Honor al Sabadell!
Voto de Grandine:
8
Western El azar obliga a un pobre campesino a sustituir al sheriff para escoltar a Ben (Glenn Ford), un peligroso delincuente, que es, además el jefe de una banda de temibles forajidos. Tras cometer un asesinato, Ben es apresado y escoltado hasta un pueblo, por donde pasa el tren que debe llevarlo a Yuma (Arizona) para ser juzgado. Mientras tanto, su banda prepara su rescate. (FILMAFFINITY)
12 de septiembre de 2010
27 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Generalmente, un remake sólo sirve para empeorar el original y subsanar las carencias creativas del Hollywood actual, sin embargo, también descubre uno en ocasiones films que, siendo de otro modo, no tendría la ocasión de descubrir.

Siendo Delmer Daves el autor de "El tren de las 3:10", y tras su acertadísima "La senda tenebrosa", seguramente me hubiese topado a la larga con ella, aunque el hecho de obtener información mediante otras vías benefició en esta ocasión el pronto visionado del original. De todos modos, no suelo encauzar este tipo de críticas enfocándolas como una comparativa entre remake y original, y si hago en éste caso una excepción es por un hecho muy sencillo: la de Daves, es una película que tiene algo esencial que no hallamos en la de Mangold. Aroma. Porque esas puertas rechinando a la entrada de una taberna, esas miradas de soslayo, ese aplomo en el andar... todo ello es, exactamente, lo que le faltaba al remake. Podría entenderse que, en una era donde el western predominaba y se lograban resultados más que meritorios, todas esas características se encontrasen con mayor facilidad, pero en la cinta del cineasta californiano es tal la enjundia del conjunto, que ello supone más que un valor añadido.

Además, las interpretaciones de un Glenn Ford que mide cada gesto con perspicacia, y de un Van Heflin que cumple con creces en su papel de tosco pero animoso ranchero, logran que en "El tren de las 3:10" sus personajes confluyan con una entidad distinta, y ya no se trata de la garra o el caracter, sino de algo que va mucho más allá, de la esencia de unos personajes que es entendida en cada uno de sus movimientos, ofreciendo así dos perfiles de lo más cercanos.

Gracias a esos perfiles, se logra desarrollar una historia que, lejos de un esquema que podría resultar sencillo, se despliega en el terreno de lo psicológico con una fuerza tremenda, y es que en cada diálogo uno puede sentir la presión ejercida de Ben Wade hacía su captor, encargado de custodiarle al tren que lleva a Yuma, llegando a herirle dotando de un impacto prácticamente inusitado cada afirmación que empuña, con sutileza, contra Dan Evans. Es ello lo que hace de este western una pieza que no tiene desperdicio y que, por si todo lo anterior no fuera poco, nos regala una conclusión espléndida, donde se demuestra que los personajes están pensados y trazados con una pericia fuera de lo habitual, y que sus principios se mantienen firmes incluso cuando la sangre se templa y apenas deja sentir el aroma. El aroma del Far West.
Grandine
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