La verdad que entre la infinidad de documentales que puede ver un amante de la naturaleza y los animales, costaría mucho poner uno por encima de los demás.
Generalmente los vemos y ya, podremos recordar escenas puntuales, pero nunca grabamos ni el nombre, ni la dirección.

Tras cientos, quizá miles de documentales de todo tipo vistos, en la televisión, el internet, inluso en formato físico, debo decir que mi sorpresa al ver este ha sido mayúscula.

Intentaré ir al grano, destacando lo destacable sin ignorar lo que pueda flojear, pero sin alargarme.

Es una serie de unos 8 o 9 capítulos, uno primero generalizado como de introducción y los otros específicos por diferentes hábitats de nuestro planeta (alta mar, zonas heladas, desiertos, selvas etc) rondando la hora de duración.

Y debo decir que en TODOS los capítulos he visto cosas que jamás había visto, y repito que la cantidad de horas de visionado que llevo en diversos documentales es difícil de calcular. En todos los capítulos he descubiertos especies, comportamientos, me he quedado embobado intentando asimilar tanto nuevo descubrimiento.

Añadir por supuesto que la calidad de imagen, la belleza de las grabaciones es algo que nunca había visto. No han sido pocos los momentos que he pausado pensado que debe ser un montaje, que tal perfección es antinatural, pero no, es todo real, es nuestro mundo.

La serie guarda siempre un mensaje sano, sobre el equilibrio, el daño humano, y que determinados hábitats y especies se necesitan unos a otros. Y consigue hacernos sentir minúsculos. Consigue que amemos y temamos por igual, y eso es complicado.

Las únicas pegas que pondría serían un aburrido doblaje en su versión castellana y que el documental muestra pero no profundiza. Digamos que ves todo nuevo, pero no terminas de ampliar tus conocimientos, porque es todo más visual que narrativo.