La nueva película de Oliver Stone se podría resumir en un cinta salvajemente larga. Si, porque a pesar de que la historia empieza con buen pie, en el transcurso de los minutos vemos como la historia se va haciendo lenta y algo aburrida.
El señor Stone pensó que poniendo a tres personajes principales de lo mas variopintos, la historia tendría que funcionar. Y lo hace, pero solo a medias.
Por un lado tenemos al típico ex-soldado marine capaz de tumbar de un soplido al pesado de turno, si intenta molestar a su chica. Por otra parte, tenemos a su opuesto, el típico romántico, sensible, que prefiere hacer el amor y no la guerra, pero que se enfadará si el pesado de turno de antes vuelve a molestar a su chica. Bueno, en realidad no es su chica, ni tampoco la del ex-marine, y es que la tercera protagonista de esta trama es la mujer por la que suspiran estos dos hombres, que entre porro y porro ven la vida de color de rosa, admirando las vistas de Baja California desde el porche de su casa playera, felices con el tráfico de drogas a pequeña escala. Pero todo cambiará un día cuando se cruce en su camino un despiadado narcotraficante encarnado por Benicio del Toro, que trabaja a las órdenes de una aburrida jefa de la droga como es Salma Hayek. Viendo la actuación de esta pareja, yo habría optado por poner de jefe a Benicio del Toro y a Salma Hayek de mujer del narco, porque hay que ver que sosa es la señora Hayek en esta película.
Por lo demás, si quitamos el poco creíble triángulo amoroso de los protagonistas principales y la actuación desaprovechada de Benicio del Toro, nos encontramos con una película que habla sobre la droga, el narcotráfico y la duda existencial de sus protagonistas.

A pesar del comienzo prometedor, la película pierde fuelle y se queda en una historia que puede llegar a entretener a aquel que disfrute con el cine de acción comedido. Vamos, para pasar el rato.