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Voto de Ferdydurke:
7
2015
6,9
11.996
Animación. Drama. Comedia
La película tiene por protagonista a un motivador profesional que, cuanto más ayuda a la gente, más monótona y anodina es su vida; todo el mundo le parece y le suena igual. Hasta que la voz de una chica le suena diferente y está dispuesto a abandonarlo todo y a todos por alcanzar la felicidad con ella. Película de animación escrita por Charlie Kaufman (Adaptation) con la colaboración de Dan Harmon (creador de Community). (FILMAFFINITY)
3 de marzo de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Vivimos unos tiempos especialmente uniformadores, prosaicos y grises?
¿Somos feos replicantes de un mismo molde, gastado de tanto usarlo? ¿La misma voz, aburrida y repelente? ¿Clones indistinguibles? ¿Tornillos intercambiables, monigotes, títeres? ¿Repetición hasta el infinito? ¿Tran tran machacón?
Bueno, diría que somos pura contradicción. Por un lado, necesitamos normas, reglas, leyes y un marco que nos facilite la convivencia y la armonía, la supervivencia misma. Y por el otro, deseamos libertad, riesgo y sorpresa, arañar la triste costra de la costumbre. Y en esas nos frustramos. Ya que suele triunfar la ley del rebaño, el borreguismo seguidista, la cobardía de la manada y el dictado de la moda. Escasean la originalidad, la valentía y el ir por libre. Y eso quizás sea una castración, ya que no estamos cerrados, del todo, podríamos abrirnos más. O tal vez no, sea imposible, la marcha general inevitablemente nos anula y convierte a todos en el mismo soldado obediente y miedoso. Quizás sea el precio a pagar por la perpetuación de la especie. Lo que ha permitido que hayamos llegado hasta la actualidad. Hemos sacrificado lo espontáneo, imprevisto o más individual en aras de la continuidad como grupo.
Lo que pretende decir Kaufman, sigue siendo uno de los escritores más valiosos del cine moderno, es que a través del azar y el deseo se puede llegar a vislumbrar esa individualidad que nos define y diferencia de los demás. Pero que una vez que intentamos encauzar ese momento, esa magia o pequeño milagro, en una estructura ordenada, para que dure y no sea solo un fogonazo de felicidad engañosa y efímera, lo matamos. Las horas, la repetición, convierten la anomalía en norma, la felicidad en vacuidad soporífera. Por lo tanto, solo cabe el encuentro fugaz, el espejismo que nos hará creer por un momento que no estamos tan solos, el amor como casualidad o rareza, esa anomalía fortuita que es la excepción breve de un atroz patrón que domina el mundo con mano de hierro y que gota a gota, de aburrimiento y de tristeza, nos lleva primero a la derrota y después a la tumba, camino a la perdición. Pero nos topamos siempre con la dificultad de disfrutar del momento cuando somos demasiado conscientes de su falta de consistencia o resistencia, cuando comprendemos su levedad y nulo futuro. Si quieres atrapar, alargar la felicidad, el amor, el deseo o lo que sea, le quitas el sentido, lo destruyes; si eliminas de la ecuación el afán de continuidad, ansia de perdurabilidad, de infinito, y lo reduces solo al puro instante, le quitas peso, sustancia, su poder sanador, lo reduces todo al aquí te pillo, aquí te mato. Pescadilla que se muerde la cola. Catch 22. Ecuación ponzoñosa. Callejón sin salida: o la rutina asumida y resignada, sin esperanza, tan aburrida, como una condena inapelable, o la excitante huida hacia delante que más pronto que tarde se demostrará inviable, la ilusión que se descubre como un tonto autoengaño por el que sufres finalmente el doble. Nadie tiene la culpa, tampoco la solución, no la hay, serían el tiempo, la vida, el gran tinglado o chiringuito en el que estamos metidos de lleno, inmersos, la manera en la que sentimos y pensamos, los síntomas o señales más visibles de nuestra celda, la forma de una gran trampa, de la que no hay manera de escapar por mucho que te afanes o inventes, solo pequeños recreos, consuelos pasajeros y postreras amarguras. Fogonazos de luz intermitente antes del gran apagón, el definitivo.
La animación prima la voz y sacrifica los matices de los actores. Eleva, impone el juego de ideas, la alegoría o fábula existencial, sobre la escuálida narración, puramente funcional. Ese ejército de muñecos unisex como aterradora realidad en la sombra, que sale a la luz, venido desde la pesadilla para contaminar nuestra vana credulidad gracias al arte lúcido de Kaufman.
Bella reflexión engarzada a través de una gran sensibilidad, delicadeza y verdad.
¿Somos feos replicantes de un mismo molde, gastado de tanto usarlo? ¿La misma voz, aburrida y repelente? ¿Clones indistinguibles? ¿Tornillos intercambiables, monigotes, títeres? ¿Repetición hasta el infinito? ¿Tran tran machacón?
Bueno, diría que somos pura contradicción. Por un lado, necesitamos normas, reglas, leyes y un marco que nos facilite la convivencia y la armonía, la supervivencia misma. Y por el otro, deseamos libertad, riesgo y sorpresa, arañar la triste costra de la costumbre. Y en esas nos frustramos. Ya que suele triunfar la ley del rebaño, el borreguismo seguidista, la cobardía de la manada y el dictado de la moda. Escasean la originalidad, la valentía y el ir por libre. Y eso quizás sea una castración, ya que no estamos cerrados, del todo, podríamos abrirnos más. O tal vez no, sea imposible, la marcha general inevitablemente nos anula y convierte a todos en el mismo soldado obediente y miedoso. Quizás sea el precio a pagar por la perpetuación de la especie. Lo que ha permitido que hayamos llegado hasta la actualidad. Hemos sacrificado lo espontáneo, imprevisto o más individual en aras de la continuidad como grupo.
Lo que pretende decir Kaufman, sigue siendo uno de los escritores más valiosos del cine moderno, es que a través del azar y el deseo se puede llegar a vislumbrar esa individualidad que nos define y diferencia de los demás. Pero que una vez que intentamos encauzar ese momento, esa magia o pequeño milagro, en una estructura ordenada, para que dure y no sea solo un fogonazo de felicidad engañosa y efímera, lo matamos. Las horas, la repetición, convierten la anomalía en norma, la felicidad en vacuidad soporífera. Por lo tanto, solo cabe el encuentro fugaz, el espejismo que nos hará creer por un momento que no estamos tan solos, el amor como casualidad o rareza, esa anomalía fortuita que es la excepción breve de un atroz patrón que domina el mundo con mano de hierro y que gota a gota, de aburrimiento y de tristeza, nos lleva primero a la derrota y después a la tumba, camino a la perdición. Pero nos topamos siempre con la dificultad de disfrutar del momento cuando somos demasiado conscientes de su falta de consistencia o resistencia, cuando comprendemos su levedad y nulo futuro. Si quieres atrapar, alargar la felicidad, el amor, el deseo o lo que sea, le quitas el sentido, lo destruyes; si eliminas de la ecuación el afán de continuidad, ansia de perdurabilidad, de infinito, y lo reduces solo al puro instante, le quitas peso, sustancia, su poder sanador, lo reduces todo al aquí te pillo, aquí te mato. Pescadilla que se muerde la cola. Catch 22. Ecuación ponzoñosa. Callejón sin salida: o la rutina asumida y resignada, sin esperanza, tan aburrida, como una condena inapelable, o la excitante huida hacia delante que más pronto que tarde se demostrará inviable, la ilusión que se descubre como un tonto autoengaño por el que sufres finalmente el doble. Nadie tiene la culpa, tampoco la solución, no la hay, serían el tiempo, la vida, el gran tinglado o chiringuito en el que estamos metidos de lleno, inmersos, la manera en la que sentimos y pensamos, los síntomas o señales más visibles de nuestra celda, la forma de una gran trampa, de la que no hay manera de escapar por mucho que te afanes o inventes, solo pequeños recreos, consuelos pasajeros y postreras amarguras. Fogonazos de luz intermitente antes del gran apagón, el definitivo.
La animación prima la voz y sacrifica los matices de los actores. Eleva, impone el juego de ideas, la alegoría o fábula existencial, sobre la escuálida narración, puramente funcional. Ese ejército de muñecos unisex como aterradora realidad en la sombra, que sale a la luz, venido desde la pesadilla para contaminar nuestra vana credulidad gracias al arte lúcido de Kaufman.
Bella reflexión engarzada a través de una gran sensibilidad, delicadeza y verdad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En una película convencional, sin anomalía, se hubieran quedado con el maravilloso triunfo del amor tras sufrir muchas penalidades; en otra más ambiciosa quizás se hubieran separado con el corazón emocionado y el recuerdo indeleble de la pasión vivida; las menos hubieran cargado contra Lisa por su final, a pesar de lo que prometía, o parecido con el resto, o contra el protagonista por su egoísmo y falta de honestidad en el fondo. Aquí se pretende otra cosa, contar, nada más y nada menos, cómo son o funcionan las cosas, el mecanismo diabólico de la existencia, describir los engranajes de la máquina, el modo en que se/nos mueven las piezas a nuestro pesar y con nuestra colaboración.
Y además: Cindy Lauper cantada por Jennifer Jason Leigh.
Mejor... imposible.
Y además: Cindy Lauper cantada por Jennifer Jason Leigh.
Mejor... imposible.