Media votos
4,2
Votos
2.748
Críticas
2.747
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Ferdydurke:
6
7,1
8.495
Drama
Emad y Rana deben dejar su piso en el centro de Teherán a causa de los trabajos que se están efectuando y que amenazan el edificio. Se instalan en otro lugar, pero un incidente relacionado con el anterior inquilino cambiará dramáticamente la vida de la joven pareja. (FILMAFFINITY)
7 de marzo de 2017
28 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la tercera, tras las infaustas experiencias de "Nader y Simin, una separación" y "El pasado", fue la vencida con el puñetero Farhadi. Creía que no podía con él, que me tenía vencido. Iba como al dentista, uno especialmente cruel y salvaje o deslamado y pesado, a una sesión de sadismo feroz, la cosa era sufrir, pasarlo mal, padecer trucos de tahúr y mucho horror.
Y menos mal que no. Es una buena historia. Bastante bien contada. Por momentos brillante, a ratos deslumbrante, densa y acerada. Más contenida y adelgazada de palabras de lo habitual, menos entontecida, estirada y confundida, más grácil y penetrante, más suave y abigarrada.
Aunque la cabra tira al monte y no nos libramos de ciertas caídas o pequeñas dosis del inevitable pandemónium aterrador formado por gotas de morbo, especias de tremendismo y salsa de melodrama, sin olvidar la generosa ración de sustos, desvíos y cierta manipulación infantil que nunca puede faltar. Todos estos aspectos aparecen en la segunda parte, cuando estás más confiado y ya temes lo peor. Y así, en la duda y el miedo, llegamos a ese tramo final tan alargado, complejo y alucinante que tensa tanto todo que está a punto de saltar por los aires, entre lo ridículo y lo sublime. Definitivamente arriesgado y diría que bastante logrado. A pesar de todo.
¿De qué trata? De nada, y de todo, de la ambigüedad infinita de lo humano, del patetismo y los callejones sin salida, de la debacle y las vidas cruzadas, del azar malicioso, el indescifrable nudo gordiano, la desgracia que amenaza y las pequeñas vidas cogidas en un puño, en un ay, llenas de frenética fragilidad. Tanto es así que en su conjunto tiende hacia la abstracción, ya que partiendo de un realismo casi documental, se llega a una visión tan desnuda y endiabladamente retorcida que se pierden los asideros y las claridades o referencias, lugar inhóspito donde se desprecia todo lo frívolo o superfluo y solo se muestran las esencias más decantadas y destiladas, donde no existe nada más que el hombre y su dolor mirándose en el mismo espejo roto eterno.
¿Y la anécdota? Una pareja, una obra de teatro, un malentendido, una agresión, una duda y una posible venganza. Casi podría ser argumento cutre de película americana, millones de veces nos lo contaron, es lo mismito de siempre. Pero narrado de manera muy diferente, obviamente.
Y menos mal que no. Es una buena historia. Bastante bien contada. Por momentos brillante, a ratos deslumbrante, densa y acerada. Más contenida y adelgazada de palabras de lo habitual, menos entontecida, estirada y confundida, más grácil y penetrante, más suave y abigarrada.
Aunque la cabra tira al monte y no nos libramos de ciertas caídas o pequeñas dosis del inevitable pandemónium aterrador formado por gotas de morbo, especias de tremendismo y salsa de melodrama, sin olvidar la generosa ración de sustos, desvíos y cierta manipulación infantil que nunca puede faltar. Todos estos aspectos aparecen en la segunda parte, cuando estás más confiado y ya temes lo peor. Y así, en la duda y el miedo, llegamos a ese tramo final tan alargado, complejo y alucinante que tensa tanto todo que está a punto de saltar por los aires, entre lo ridículo y lo sublime. Definitivamente arriesgado y diría que bastante logrado. A pesar de todo.
¿De qué trata? De nada, y de todo, de la ambigüedad infinita de lo humano, del patetismo y los callejones sin salida, de la debacle y las vidas cruzadas, del azar malicioso, el indescifrable nudo gordiano, la desgracia que amenaza y las pequeñas vidas cogidas en un puño, en un ay, llenas de frenética fragilidad. Tanto es así que en su conjunto tiende hacia la abstracción, ya que partiendo de un realismo casi documental, se llega a una visión tan desnuda y endiabladamente retorcida que se pierden los asideros y las claridades o referencias, lugar inhóspito donde se desprecia todo lo frívolo o superfluo y solo se muestran las esencias más decantadas y destiladas, donde no existe nada más que el hombre y su dolor mirándose en el mismo espejo roto eterno.
¿Y la anécdota? Una pareja, una obra de teatro, un malentendido, una agresión, una duda y una posible venganza. Casi podría ser argumento cutre de película americana, millones de veces nos lo contaron, es lo mismito de siempre. Pero narrado de manera muy diferente, obviamente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
* La puerta, lenta, sutil, siniestramente queda abierta. Y después pasa todo. Nada menos. Elipsis maravillosa.
Conclusiones: muy bien con alguna pega y ciertos detalles que uno, si fuese omnímodo, omnipotente y plenipotenciario, eliminaría o haría de otra forma, no sé, el pie delator, la camioneta traidora, el sueño en la clase, las mujeres que tanto quieren a su marido o padre al final, las pastillas del corazón, un poco toda la parte criminal e histérico familiar que me sobra, por qué no decirlo.
El viajante muere, eso parece, otra vez, como en Miller, derrotado, hundido, hecho una ruina o mierda, fallando a todos, causando daño y sufriéndolo él además en primera persona, ese hombre medio (¿nos representa a todos, solo a algunos, nadie se siente identificado... ?) que es tan gris, convencional y ruin en su cobardía y normalidad, tan querible o detestable, según quien lo cuente o se mire.
La relación entre los dos protagonistas queda abierta a la interpretación. Ella no quería venganza. Él sí (no te metas, le dice, enredados en una maraña de responsabilidades, inseguridades y hasta suspicacias que les están carcomiendo vivos como si ninguno tuviera claro nunca del todo cuál es su papel u obligación, qué tiene que hacer o pedir al otro, haciéndose daño sin querer, a pesar de la mutua necesidad y afecto). Ella quería olvidar y no mirar. Él quería recomponer el orden perdido, que aquello cobrara algún sentido, dar forma al caos, organizar el sinsentido, poner luz en esa oscuridad primigenia que le acababa de asaltar a la cara a traición, cuando menos lo esperaba.
Las relaciones y alusiones entre la obra Milleriana y la película son evidentes y abundantes.
La mirada sobre la realidad circundante y el país iraní concretamente es entre triste, sorprendente y rutinaria; en este caso se apartan de la horrorosa burocracia que invadía "Nader y Simin" aceptando, indirectamente, que su intervención (la de cualquier institución o fuerza estatal) no solo no ayudaría, sino que empeoraría todo más si cabe y nada solucionaría. Están, por lo tanto, con sus penas y confrontaciones solos. Y gracias.
Conclusiones: muy bien con alguna pega y ciertos detalles que uno, si fuese omnímodo, omnipotente y plenipotenciario, eliminaría o haría de otra forma, no sé, el pie delator, la camioneta traidora, el sueño en la clase, las mujeres que tanto quieren a su marido o padre al final, las pastillas del corazón, un poco toda la parte criminal e histérico familiar que me sobra, por qué no decirlo.
El viajante muere, eso parece, otra vez, como en Miller, derrotado, hundido, hecho una ruina o mierda, fallando a todos, causando daño y sufriéndolo él además en primera persona, ese hombre medio (¿nos representa a todos, solo a algunos, nadie se siente identificado... ?) que es tan gris, convencional y ruin en su cobardía y normalidad, tan querible o detestable, según quien lo cuente o se mire.
La relación entre los dos protagonistas queda abierta a la interpretación. Ella no quería venganza. Él sí (no te metas, le dice, enredados en una maraña de responsabilidades, inseguridades y hasta suspicacias que les están carcomiendo vivos como si ninguno tuviera claro nunca del todo cuál es su papel u obligación, qué tiene que hacer o pedir al otro, haciéndose daño sin querer, a pesar de la mutua necesidad y afecto). Ella quería olvidar y no mirar. Él quería recomponer el orden perdido, que aquello cobrara algún sentido, dar forma al caos, organizar el sinsentido, poner luz en esa oscuridad primigenia que le acababa de asaltar a la cara a traición, cuando menos lo esperaba.
Las relaciones y alusiones entre la obra Milleriana y la película son evidentes y abundantes.
La mirada sobre la realidad circundante y el país iraní concretamente es entre triste, sorprendente y rutinaria; en este caso se apartan de la horrorosa burocracia que invadía "Nader y Simin" aceptando, indirectamente, que su intervención (la de cualquier institución o fuerza estatal) no solo no ayudaría, sino que empeoraría todo más si cabe y nada solucionaría. Están, por lo tanto, con sus penas y confrontaciones solos. Y gracias.