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Voto de Ferdydurke:
10
8,1
21.824
Drama
El profesor Borg, un eminente médico, debe ir a la ciudad de Lund para recibir un homenaje de su universidad. Sobrecogido, tras un sueño en el que contempla su propio cadáver, decide emprender el viaje en coche con su nuera, que acaba de abandonar su casa, tras una discusión con su marido, que se niega a tener hijos. Durante el viaje se detiene en la casa donde pasaba las vacaciones cuando era niño, un lugar donde crecen las fresas ... [+]
7 de enero de 2024
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué belleza (sobria). Locurón. Autor. Toca todos lo palos y registros, tonos o temas, la ascética contención acrisolada controlada calculada custodia prolija prosaica cuidada prodigiosa psicológica y el humor tontorrón, la histeria nada colectiva boba, Dios existe o no (en esos años cada vez menos, iba menguando, se iba jibarizando, en esas estamos o estábamos, en la jodienda), y la explicitud didáctica obvia, la sutileza eximia lo mismo que la finura detallista y la reflexión honda, nada se le escapa o escapaba al alado maestro niño mono sabio que observa la realidad desde su atalaya crispada emocionada serena a pies de tierra, con el barro hasta el cuello, con una ecuanimidad a pesar de todo a prueba de bombas enjundiosa jugosa autocrítica admirable, claro.
Él es Mr. Scrooge, incompetente, me sacas de una duda. E Ikiru (Kanji Watanabe). Al final del camino. Richard Fanrsworth. Una historia verdadera. About Schmidt. Hasta la muerte en Venecia. Y Otra mujer de Allen y cosas de Saura, por ejemplo, que le copiaron tanto, como casi todos (los que cuentan o merecen la pena), lógico, bebedero, de pathos.
Un hombre que hace un ajuste cuentas (con los demás es fácil, lo jodido es con uno mismo) y no le salen las cuentas, a deber, mucho, tarjeta de débito (supino), hipoteca impagada, agujeros en los bolsillos, señor, más o menos, rico. Pecado de hielo, témpano, blanqueado sepulcro, el egoísmo caníbal en tu cuero, inmolación en primera persona, muerto de cuerpo presente, de omisión y cobardía (gran pena), diatriba de amor contra un hombre sentado.
Y la película es Increíble pero falso, Gervais mediante, aquella en la que todos los personajes, creo recordar, se veían obligados a decir siempre la verdad, caiga quien caiga y pese a quien pese, aunque no quieran, a la fuerza ahorcan, pues aquí lo mismo, no miente ni el tato, ni un poquito, sin propósito (de enmienda), y lo mejor de todo es que se quedan tan anchos, se pueden llamar saco de mierda a la cara y aquí no ha pasado nada, circulen, sigan, eso es evolución y civilización, educación, primer mundo (cómo se nota), no como otros y a nadie miro (que nos venimos abajo y echamos espuma por la boca y soltamos alaridos y damos de ahogado patadas y nos cagamos en lo más sagrado a nada que nos digan un ay sobre nuestro nefasto nefando deficitario errático porculero comportamiento, sangrante, improbable, sonrojante), se siguen queriendo/odiando igual que antes o con más impasible (falta o no de) pasión si cabe o solo hay que ver la maravillosa relación que mantiene con su nuera nuestro amado protagonista a pesar de las perrerías pérfidas que ella (la dulce, la traidora y bella Marieta) le dice o suelta tan tranquila, sin mover un músculo de la cara, a la jeta (por ahí te pudras, escupiré sobre vuestra tumba, de tal palo, tal astilla, muerto el padre, malo, finado el hijo, peor, Dios los cría y ellos se juntan, acabose).
Y es Los muertos de Joyce/Huston, la muerte y la academia, el viejo y la muerte, aquí se enseñorea la parca, de su sayo hace una capa, hace (de) cuerpo, torea lo más grande, toma prisioneros, posesiones, los mandos, mueve los hilos, no pide rescate, toca a/rebato desde el mismo principio.
Y es aquella otra basada en un libro de Julian Barnes, El sentido de un final, en la que se hacía un juicio sumarísimo contra un pobre añoso, contra otro pendejo pellejo de a poco.
Extraordinaria, y para botón, una muestra, ya que es quizás la única película en toda la historia de la humanidad en la que los sueños (o ensoñaciones, reminiscencias, ¿anagnorisis?) son buenos, y no solo eso, salsa de tomate, son mejores que el resto que tampoco es manco, pero como muy mucho a lo onírico o amarcord solo se acerca, roza o iguala, quizás con alguna salvedad (especialmente, mira por dónde, la última conversación con la criada, picarona, dejo abierta la puerta, niño, tutéeme, que no tiene desperdicio posible ni pérdida alguna, gloria pura, pero tampoco está nada mal la que establece su nuera con su hijo, malicia, estupenda, las cosas claras, dejémonos de mierdas, o las ya citadas que mantiene él con su bella nuera de parecida suicida kamikaze franqueza francachela manera tan bien escritas, e interpretadas, todas).
Me gusta todo... menos el trío de jóvenes tan cargantes a (la mayoría de las) veces y la pareja que tanto se ataca y tiene el tan tonto accidente, salvo, eso (algún trozo más o menos largo que resulta insufrible/doloroso sobre todo con los reproches/requiebros llorosos en el coche), ese rato en el que la realidad fea, chillona, extravagante, vulgar, grosera o estúpida (como adelanto de lo que vendría, con preaviso, amor, Mayo del 68 y toda la podrida pesca, apuntaba maneras, espantosas, vade retro) y tan coyuntural que invade asalta la arcadia cinematográfica con sus zarpas de inmunda fiera tan banalmente mala.
Por lo demás, el principio es perfecto y asombroso pavoroso gracioso siniestro y todas las vueltas al pasado son fabulosas (también paupérrrimas o paródicas familiarmente lerdas tópicas algunas de ellas, retrato) y el último tramo es maravilloso.
Él es Mr. Scrooge, incompetente, me sacas de una duda. E Ikiru (Kanji Watanabe). Al final del camino. Richard Fanrsworth. Una historia verdadera. About Schmidt. Hasta la muerte en Venecia. Y Otra mujer de Allen y cosas de Saura, por ejemplo, que le copiaron tanto, como casi todos (los que cuentan o merecen la pena), lógico, bebedero, de pathos.
Un hombre que hace un ajuste cuentas (con los demás es fácil, lo jodido es con uno mismo) y no le salen las cuentas, a deber, mucho, tarjeta de débito (supino), hipoteca impagada, agujeros en los bolsillos, señor, más o menos, rico. Pecado de hielo, témpano, blanqueado sepulcro, el egoísmo caníbal en tu cuero, inmolación en primera persona, muerto de cuerpo presente, de omisión y cobardía (gran pena), diatriba de amor contra un hombre sentado.
Y la película es Increíble pero falso, Gervais mediante, aquella en la que todos los personajes, creo recordar, se veían obligados a decir siempre la verdad, caiga quien caiga y pese a quien pese, aunque no quieran, a la fuerza ahorcan, pues aquí lo mismo, no miente ni el tato, ni un poquito, sin propósito (de enmienda), y lo mejor de todo es que se quedan tan anchos, se pueden llamar saco de mierda a la cara y aquí no ha pasado nada, circulen, sigan, eso es evolución y civilización, educación, primer mundo (cómo se nota), no como otros y a nadie miro (que nos venimos abajo y echamos espuma por la boca y soltamos alaridos y damos de ahogado patadas y nos cagamos en lo más sagrado a nada que nos digan un ay sobre nuestro nefasto nefando deficitario errático porculero comportamiento, sangrante, improbable, sonrojante), se siguen queriendo/odiando igual que antes o con más impasible (falta o no de) pasión si cabe o solo hay que ver la maravillosa relación que mantiene con su nuera nuestro amado protagonista a pesar de las perrerías pérfidas que ella (la dulce, la traidora y bella Marieta) le dice o suelta tan tranquila, sin mover un músculo de la cara, a la jeta (por ahí te pudras, escupiré sobre vuestra tumba, de tal palo, tal astilla, muerto el padre, malo, finado el hijo, peor, Dios los cría y ellos se juntan, acabose).
Y es Los muertos de Joyce/Huston, la muerte y la academia, el viejo y la muerte, aquí se enseñorea la parca, de su sayo hace una capa, hace (de) cuerpo, torea lo más grande, toma prisioneros, posesiones, los mandos, mueve los hilos, no pide rescate, toca a/rebato desde el mismo principio.
Y es aquella otra basada en un libro de Julian Barnes, El sentido de un final, en la que se hacía un juicio sumarísimo contra un pobre añoso, contra otro pendejo pellejo de a poco.
Extraordinaria, y para botón, una muestra, ya que es quizás la única película en toda la historia de la humanidad en la que los sueños (o ensoñaciones, reminiscencias, ¿anagnorisis?) son buenos, y no solo eso, salsa de tomate, son mejores que el resto que tampoco es manco, pero como muy mucho a lo onírico o amarcord solo se acerca, roza o iguala, quizás con alguna salvedad (especialmente, mira por dónde, la última conversación con la criada, picarona, dejo abierta la puerta, niño, tutéeme, que no tiene desperdicio posible ni pérdida alguna, gloria pura, pero tampoco está nada mal la que establece su nuera con su hijo, malicia, estupenda, las cosas claras, dejémonos de mierdas, o las ya citadas que mantiene él con su bella nuera de parecida suicida kamikaze franqueza francachela manera tan bien escritas, e interpretadas, todas).
Me gusta todo... menos el trío de jóvenes tan cargantes a (la mayoría de las) veces y la pareja que tanto se ataca y tiene el tan tonto accidente, salvo, eso (algún trozo más o menos largo que resulta insufrible/doloroso sobre todo con los reproches/requiebros llorosos en el coche), ese rato en el que la realidad fea, chillona, extravagante, vulgar, grosera o estúpida (como adelanto de lo que vendría, con preaviso, amor, Mayo del 68 y toda la podrida pesca, apuntaba maneras, espantosas, vade retro) y tan coyuntural que invade asalta la arcadia cinematográfica con sus zarpas de inmunda fiera tan banalmente mala.
Por lo demás, el principio es perfecto y asombroso pavoroso gracioso siniestro y todas las vueltas al pasado son fabulosas (también paupérrrimas o paródicas familiarmente lerdas tópicas algunas de ellas, retrato) y el último tramo es maravilloso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La película es sencilla y clara, más clásica en la carcasa no puede ser, diáfana, es la denuncia de la tibieza (el horror, el horror), vomítala, de mi boca apártala, de las buenas maneras vacías de contenido, de los hombres buenos que son los peores, que tienen el corazón seco/fiero/yermo, del miedo y la nada, de los sentimientos mendaces o castrados, tan médicos, científicos, con la ciencia hemos topado, a bocajarro, encarnado, encaramado, a ella, glacialmente enclaustrado, sin atributos ser, o de cómo un pobre hombre perdido (de nada se entera, moscas caza, no sale de su asombro, no sabe por dónde le da el aire) encerrado en su propio egoísmo necio interno laberinto pide socorro, coge camino y encuentra la senda, los valores, la salida, la conciencia, el alma, el corazón (delator, no tanto el de Edmundo) a los demás (lo mismo exactamente que han contado, y contarán, millones más, normalmente muy mal, pero claro, eso es lo de menos, y a la vez todo el cómo, el ser, y su morada).
Y la película no es tan ansí, aunque sí que comparte la cartesiana cadenciosa escéptica firmeza y cierta objetiva frialdad simpática animosa con el viviente muerto, George A. Romero, casi nada, poquita cosa, ahí le anda, fondo y forma, cópula.
Genial cierre, di, (no) al muere, resucita, siente, ríe (entre dientes), el humor (tétrico, funerario, fúnebre, mortal sin necesidad) vence (siempre).
Aquí está el germen de todas las pelis de acción y aventuras, de todos los viajes en el tiempo, al pasado (que es tan futuro como el mismo presente, uno y trino), tan fantásticos que en el mundo han sido, y serán y están siendo, ahora mismito, cuando menos te lo esperas, levántate y anda.
Regreso al futuro uno, dos, tres... (plagio descarado, copyright) mambo, también con coche, drive my car, conduce, obvio.
Y qué hermosura, cómo está rodada, con qué elegancia y distinción soberanas, mayestáticas, espartanas, cuánta delicadeza, sabiduría, mala leche y (cabo de) buena esperanza.
Obra maestra no sé (¿importa mucho, algo siquiera?), estupenda seguro en su sencillez esencial arriesgada bien temperada. Certeza máxima, sensibilidad e inteligencia, humor, guasón, sentido.
Somos una mierda que brilla. Bastante. Un poco. Algo.
Ah, y Victor Sjöström, por supuesto.
Bonus track.
Y tiene algo de naíf pueril o incluso infantil en lo juguetón y libre y desprejuiciado mozartiano del modo con el que se acerca a las cosas más terribles Bergman en este feliz caso, como si adoptara la mirada o se metiera en la piel del niño que fue o era o será (Fanny y Alexander).
Y otro poco del proceso Kafkiano (eso es la película, un proceso contra Isak, también algo bíblico, denodado, sagrada escritura, santo padre, fábula o parábola moral, en cueros, en verdad os digo que también, por todo ello, me recuerda a La noche del cazador en la parte más lírica o atormentada enfebrecida diabólica sugestiva niña), hacerse viejo lo es por descontado, en sí mismo, condena inapelable, y del surrealismo de Buñuel y Dalí, en el primer sueño es evidente, brillante, y del cine mudo.
La de Glenn Close y el premio nobel.
Cumplir la penitencia de la soledad, el examen, magnífico.
Qué encuentro (sin recurrir a excesos excrecencias sensibleras) emocionante cuando ve a sus padres en la distancia, perfecto (como le pasaba a Archer con Olenska de otra tan distinta manera en la de Scorsese santo inocente).
Ella se debate, ellas los prefieren..., la Bibi Andersson del pasado, también de forma convencionalmente maniquea, entre el bueno (pánfilo, soso, mediocre, hierático) y el mal/ote (golfo, encantador, fácil, juego, tramposo, mujeriego), y... ¿a cuál elige?, ¿la manzana o el paraíso, la serpiente o la paz de espíritu, el edén o la vida muerte?... Obvio. Malditos.
Eternamente.
Y la película no es tan ansí, aunque sí que comparte la cartesiana cadenciosa escéptica firmeza y cierta objetiva frialdad simpática animosa con el viviente muerto, George A. Romero, casi nada, poquita cosa, ahí le anda, fondo y forma, cópula.
Genial cierre, di, (no) al muere, resucita, siente, ríe (entre dientes), el humor (tétrico, funerario, fúnebre, mortal sin necesidad) vence (siempre).
Aquí está el germen de todas las pelis de acción y aventuras, de todos los viajes en el tiempo, al pasado (que es tan futuro como el mismo presente, uno y trino), tan fantásticos que en el mundo han sido, y serán y están siendo, ahora mismito, cuando menos te lo esperas, levántate y anda.
Regreso al futuro uno, dos, tres... (plagio descarado, copyright) mambo, también con coche, drive my car, conduce, obvio.
Y qué hermosura, cómo está rodada, con qué elegancia y distinción soberanas, mayestáticas, espartanas, cuánta delicadeza, sabiduría, mala leche y (cabo de) buena esperanza.
Obra maestra no sé (¿importa mucho, algo siquiera?), estupenda seguro en su sencillez esencial arriesgada bien temperada. Certeza máxima, sensibilidad e inteligencia, humor, guasón, sentido.
Somos una mierda que brilla. Bastante. Un poco. Algo.
Ah, y Victor Sjöström, por supuesto.
Bonus track.
Y tiene algo de naíf pueril o incluso infantil en lo juguetón y libre y desprejuiciado mozartiano del modo con el que se acerca a las cosas más terribles Bergman en este feliz caso, como si adoptara la mirada o se metiera en la piel del niño que fue o era o será (Fanny y Alexander).
Y otro poco del proceso Kafkiano (eso es la película, un proceso contra Isak, también algo bíblico, denodado, sagrada escritura, santo padre, fábula o parábola moral, en cueros, en verdad os digo que también, por todo ello, me recuerda a La noche del cazador en la parte más lírica o atormentada enfebrecida diabólica sugestiva niña), hacerse viejo lo es por descontado, en sí mismo, condena inapelable, y del surrealismo de Buñuel y Dalí, en el primer sueño es evidente, brillante, y del cine mudo.
La de Glenn Close y el premio nobel.
Cumplir la penitencia de la soledad, el examen, magnífico.
Qué encuentro (sin recurrir a excesos excrecencias sensibleras) emocionante cuando ve a sus padres en la distancia, perfecto (como le pasaba a Archer con Olenska de otra tan distinta manera en la de Scorsese santo inocente).
Ella se debate, ellas los prefieren..., la Bibi Andersson del pasado, también de forma convencionalmente maniquea, entre el bueno (pánfilo, soso, mediocre, hierático) y el mal/ote (golfo, encantador, fácil, juego, tramposo, mujeriego), y... ¿a cuál elige?, ¿la manzana o el paraíso, la serpiente o la paz de espíritu, el edén o la vida muerte?... Obvio. Malditos.
Eternamente.