Mi ritmo.
Esta película supone una pertinente reflexión, punto de inflexión, giro copernicano o tal vez de ciento ochenta grados, como una peonza no, sobre el gremio que aquí nos ocupa, y tanto preocupa, el nuestro, el crítico, ese oficio eximio tan poco valorado y reconocido, necesaria, urgente, que pone los puntos sobre las íes, qué gozada.
Lo que viene a decir, con tanta razón el autor, es que, sin apenas darnos ni cuenta, debido a nuestro poder omnímodo y tanta vanidad inconsciente, intentando agradar desesperadamente a nuestros fervientes, millonarios seguidores y/o clientes, tirándoles inopinada carnaza, muchas veces, tantas, la mayoría, tristemente, somos crueles e injustos con hermosas películas, guiones fabulosos, grandes directores, tremendas interpretaciones, que merecían otro trato, otra cosa, ese aluvión de obras maestras que nos caen encima cada día y nos pasan desapercibidas o simplemente no sabemos qué hacer con ellas, lo cual no es bueno ya que de esa dura manera, fría e implacable, destruimos carreras prometedoras, aniquilamos morrocotudos prestigios, hundimos en la miseria más absoluta a los más grandes talentos y jóvenes promesas que tras el paso arrasador de nuestra prosa, como tornado de verano, jamás ya podrán volver a levantar la cabeza, qué dolor, cuánta pena.
Todo don, como bien sabéis, acarrea una gran responsabilidad, y el nuestro, el de la escritura incisiva, la máxima clarividencia y la lucidez extrema, cegadora, tanta capacidad expresiva e iluminadora, debe llevar aparejado una gran rectitud moral y una honestidad a prueba de bombas en el pensar que desgraciadamente no siempre se dan.
Es hora de cambiar, de hacérnoslo mirar.
Yo ahora mismo estoy en ello, tomándomelo muy en serio. Estoy por irme con el carrito de los helados a vender mis sabrosas críticas por toda España, de gira, con mascarilla, road movie o gran turné, como la Piquer, a ver quién me las compra, y sobre todo por cuánto, que empiece la puja, quién da más, no va más, solo por curiosidad, una casi vuelta a los orígenes, cuando el amateurismo lo hacía todo más bonito y el dinero no era el único objetivo, quiero ser otra vez yo mismo, volver a encontrarme, que me he perdido y he olvidado de vuelta a casa, el lenguaje, mi camino, deseo recuperar mis raíces, toda la inocencia corrompida, el cariño de mi hijo, el amor de mi santa esposa, veremos, lo contaremos, he dicho.