Mientras se mezclaban nuestras sangres con toda el ansia de mi mundo solitario.
Cuando yo me muera, te pido un encargo, que con tus trenzas que trenzas de tu pelo negro me amarres mis manos.
Disparatada y rocambolesca historia histeria de aventuras que fuerza tanto la máquina de la mentira y la tontería que al final se estrella, es demasiado ridícula, estalla en mamarrachada, repleta.
La aparición de la rubia es apabullante cuando baja las escaleras y se pasa toda la peli empitonada la pobre tan rica las visten como..., la otra la morena de la zarzuela, que mira al maromo del que está supuestamente enamorada con un asco de no te menees no sabemos si a propósito o que no podía evitarlo o que se le escapaba como un cervatillo potrillo el alma por los poros, actuación, inconsciente o mala baba, tiene los ojos inmensos bellos como Australia o la Atlántida uno y Groenlandia el otro de zafiro ambos lilas y el del medio, el tío, pánfilo pasmarote ambiguo siniestro como poco, no me fío de él ni un pelo, está más maquillado incluso que ellas, todo lo cual es como decir que están creados los tres a imagen y semejanza de una recién pintada puerta o de un banco del parque todavía no sentarse que mancha y luego no se quita ahí lo llevas.
Hablamos de superficies, de faces, de fences, ya que shadows cassavetes las hay más bien pocas y profundidades las de los tiñes y potingues que llevan aquí como para ir a una guerra mundial los actores y actrices que sumados al color fotográfico por decir algo hacen de esta obra coso un indudable Pollock, Creed Apollo, rojo mítico crítico, saturado voraz doblado que se cae deshace disuelve funde a chorretones agónicos del Warhol más popero lisérgico estilizado cazurro y de la Doris Day inmortal más loca ninfómana, en fin, un pasacalles, una corrala, peor que una pesadilla a última hora de John Waters sin tomar siquiera la puta pastilla, una apoteosis negadora, acojonante majadería a sangre fría, un encefalograma erecto, un escalofrío de día en pleno sol de invernadero, la injuria ouija agonía de echar un buen sueño o un mal polvo en un ropero avispero picadero pudridero, cuánto miedo por dios tengo, arropiero, de tronos poca broma poco juego.
Vivan los judíos buenos tanto dinero por castigo tengo di no a las judiadas, los ingleses a casa me los llevo a todos los adopto no tanto a los normandos estirados, y los luchadores santos y las damas hembras hermosas que el pueblo y mucho pueblo unido jamás será vencido como dijera Lincoln en Griffith ese clásico de antaño.