Una montaña rusa, lo mismo tiene grandes hits que trozos en los que hablan como cotorras asquerosas para nada. Repite tendencias de la última comedia yanqui, la procacidad, las continuas referencias cinematográficas endogamia y el retrato de perfectos imbéciles, pobres parias, en su salsa, en los mejores años de nuestra vida, en el cénit o culmen de su sin par idiocia.
Jennifer Aniston como un dibujo animado ninfomaniaco (se vuelve a frivolizar el abuso acoso sexual), Colin Farrell como un completo descerebrado es lo suyo y Kevin Spacey como el verdadero hijoputa más un negrata to güeno, una zorra salerosa, una embarazada gorda y mucha coca de la más buena que tanto alimenta lo que no te mata la lorza.
Muy estúpida y orgullosa de serlo, se cuelga esa medalla qué pasa, con dos cojones, con esa autoconsciencia chabacana y juguetona de andar por casa.
Un pasable divertimento que, como todas estas comedias gamberras, parece que pueda ser transgresora el acabose, pero que en verdad se conforma con una palmada en la espalda y un certificado de buen el más exquisito comportamiento.