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Voto de Ferdydurke:
7
7,7
14.041
Western
Un pistolero llamado Cole Thornton (John Wayne) acude a El Dorado por encargo de poderoso terrateniente, Bart Jason. El cacique le ofrece un trabajo: expulsar de unas tierras próximas a una familia de granjeros, los McDonald. Thornton acaba rechazando el encargo a instancias de Jean Paul Harrah (Robert Mitchum), el sheriff de El Dorado y viejo amigo de Cole. Tiempo después, Thornton se entera de que otro pistolero ha aceptado el trabajo ... [+]
16 de febrero de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Abre los ojos.
Qué hermosura. Epopeya moral llena de sentido del humor que se alarga un poco demasiado, pero que cierra en alto su recorrido de gloria, su bello paseo por la amistad, el amor y la maldita muerte.
La verdad es que la premisa no puede estar más sobada ni ser más trillada o tópica; buenos con tierras son acosados por malos sin escrúpulos que quieren hacerse los amos de todo y para ello contratan a siniestros sicarios; pequeña empresa versus corrupto emporio, suelen ser los del cultivo de tierras contra los del paso del ganado, sociedad rural familiar frente a capitalismo abismal, pasado devorado por progreso nefando.
Y también es cierto que los USA una vez más quedan por los suelos, arrastrados por el fango, porque hace nada de tiempo vivían sin ley, o la ley de la selva o del más fuerte, a lo que salga, a puro tiro limpio, sin justicia, sin orden ni criterio, tampoco concierto, como fieras o alimañas, peor, como animales sarnosos, muy rabiosos, mientras que en la vieja Europa, aunque es cierto que también se mataban en tanta guerra, era otra cosa, las comparaciones son odiosas, había ya un aparato burocrático y un ejercicio del derecho dorado por el noble paso del tiempo.
Pero a pesar de todo ello, de la mucha barbarie y el cazurro desgobierno, del triunfo de la fuerza bruta, esta historia se erige como el retrato de grandes héroes regidos por los más bellos valores e ideales de comportamiento, los de la verdad, el valor, la lealtad, la sobriedad, el cachondeo, el compañerismo, la defensa del débil ante el poderoso, el sufrimiento callado, el estoicismo y la ataraxia muy especialmente de John, un dechado o compendio exagerado, pero muy recatado, de todas las virtudes posibles e imposibles, tanto privadas como públicas, y paro porque ya me rindo, esto es demasiado.
Y la narración es poderosa y esmerada, las interpretaciones son legendarias y el trabajo de artesanía, impecable e insuperable. Más un poema del gran Poe que da el definitivo tono a esta inspirada obra.
De lisiados, borrachos, bandoleros y familias; de matones a sueldo, tullidos, promesas cumplidas, muchos hostiones a mansalva, mostaza, pólvora, pimienta, asafétida y fuego en el cuerpo.
Qué hermosura. Epopeya moral llena de sentido del humor que se alarga un poco demasiado, pero que cierra en alto su recorrido de gloria, su bello paseo por la amistad, el amor y la maldita muerte.
La verdad es que la premisa no puede estar más sobada ni ser más trillada o tópica; buenos con tierras son acosados por malos sin escrúpulos que quieren hacerse los amos de todo y para ello contratan a siniestros sicarios; pequeña empresa versus corrupto emporio, suelen ser los del cultivo de tierras contra los del paso del ganado, sociedad rural familiar frente a capitalismo abismal, pasado devorado por progreso nefando.
Y también es cierto que los USA una vez más quedan por los suelos, arrastrados por el fango, porque hace nada de tiempo vivían sin ley, o la ley de la selva o del más fuerte, a lo que salga, a puro tiro limpio, sin justicia, sin orden ni criterio, tampoco concierto, como fieras o alimañas, peor, como animales sarnosos, muy rabiosos, mientras que en la vieja Europa, aunque es cierto que también se mataban en tanta guerra, era otra cosa, las comparaciones son odiosas, había ya un aparato burocrático y un ejercicio del derecho dorado por el noble paso del tiempo.
Pero a pesar de todo ello, de la mucha barbarie y el cazurro desgobierno, del triunfo de la fuerza bruta, esta historia se erige como el retrato de grandes héroes regidos por los más bellos valores e ideales de comportamiento, los de la verdad, el valor, la lealtad, la sobriedad, el cachondeo, el compañerismo, la defensa del débil ante el poderoso, el sufrimiento callado, el estoicismo y la ataraxia muy especialmente de John, un dechado o compendio exagerado, pero muy recatado, de todas las virtudes posibles e imposibles, tanto privadas como públicas, y paro porque ya me rindo, esto es demasiado.
Y la narración es poderosa y esmerada, las interpretaciones son legendarias y el trabajo de artesanía, impecable e insuperable. Más un poema del gran Poe que da el definitivo tono a esta inspirada obra.
De lisiados, borrachos, bandoleros y familias; de matones a sueldo, tullidos, promesas cumplidas, muchos hostiones a mansalva, mostaza, pólvora, pimienta, asafétida y fuego en el cuerpo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Solo tengo una queja: ¿por qué cojones nos privaron de ver, más bien disfrutar de la escena en la que Wayne, se supone obviamente, se le declara por fin a ella, que siempre estaba la pobre en la eterna espera, que le recordaba como al primer amor, el más puro y verdadero?
O dos: ¿por qué cojones no queda claramente explícito el amor que se profesan salvajemente Joey y Mississippi?
¿Y, ya de paso, qué pasa con el amor no confesado pero igualmente caliente y apasionado, aunque también algo disimulado y reprimido, entre Bull y el Sheriff?
En fin, que si el pobre Wayne hubiera imaginado por un solo momento que precisamente tenía que ser yo el que iba a verle más de cincuenta años después trabajar y, es más, además incluso escribirle una lábil crítica, no hubiera hecho esta película, de eso estamos seguros, se hubiera dado la vuelta enfadado y hubiera dicho hasta aquí hemos llegado, con la puerta en las narices, si te he visto no me acuerdo. Como no fue así, eso que hemos ganado y nos llevamos por delante.
P.D.: Me quedo con ese momento en el que John hiere al chiquillo y este se descerraja un tiro; esa escena o secuencia llena de grandeza, ese juego entre la vida y la muerte, esa danza leve que me hace pensar en la tragedia griega; solo ellos fueron capaces de hablar de esas cosas tan humanas con semejante verdad, elegancia y fiereza, con tanta hondura, sin alardes ni aspavientos, de la única posible manera cierta.
Érase una vez el cuento del eternamente herido forajido, el sheriff beodo, su ayudante cascarrabias que tocaba la trompeta, un chico de río con su cuchillo, una mujer de armas tomar que les quiso a los dos, pero que prefería solo a uno, una chicuela de cabello leonado y tiro fácil, un maloso de gran cicatriz en el rostro que en el fondo era con mucha diferencia el más bueno de todos, le dieron el papel equivocado o más erróneo, un gerifalte orondo y una patulea de seres repugnantes de los que prefiero no acordarme, con ellos no me detengo.
O dos: ¿por qué cojones no queda claramente explícito el amor que se profesan salvajemente Joey y Mississippi?
¿Y, ya de paso, qué pasa con el amor no confesado pero igualmente caliente y apasionado, aunque también algo disimulado y reprimido, entre Bull y el Sheriff?
En fin, que si el pobre Wayne hubiera imaginado por un solo momento que precisamente tenía que ser yo el que iba a verle más de cincuenta años después trabajar y, es más, además incluso escribirle una lábil crítica, no hubiera hecho esta película, de eso estamos seguros, se hubiera dado la vuelta enfadado y hubiera dicho hasta aquí hemos llegado, con la puerta en las narices, si te he visto no me acuerdo. Como no fue así, eso que hemos ganado y nos llevamos por delante.
P.D.: Me quedo con ese momento en el que John hiere al chiquillo y este se descerraja un tiro; esa escena o secuencia llena de grandeza, ese juego entre la vida y la muerte, esa danza leve que me hace pensar en la tragedia griega; solo ellos fueron capaces de hablar de esas cosas tan humanas con semejante verdad, elegancia y fiereza, con tanta hondura, sin alardes ni aspavientos, de la única posible manera cierta.
Érase una vez el cuento del eternamente herido forajido, el sheriff beodo, su ayudante cascarrabias que tocaba la trompeta, un chico de río con su cuchillo, una mujer de armas tomar que les quiso a los dos, pero que prefería solo a uno, una chicuela de cabello leonado y tiro fácil, un maloso de gran cicatriz en el rostro que en el fondo era con mucha diferencia el más bueno de todos, le dieron el papel equivocado o más erróneo, un gerifalte orondo y una patulea de seres repugnantes de los que prefiero no acordarme, con ellos no me detengo.