Hansel y Gretel.
Solondz y Waters, El final de Harold y La naranja mecánica, Easy Rider o Cronenberg, Bomb City y Burroughs, El almuerzo desnudo, Yonqui, Van Sant y Menos que cero, por ejemplo, Underground, pop punk, lírica de lo sucio y lo feo, mientras agonizo.
Es muy cutre y desagradable, muy tierna naíf y hermosa y tiene más poesía y gracia o (liviano) peso que la inmensa mayoría de las películas de hoy día, y de siempre, corre por sus venas locas una candorosa sinceridad impostada desnuda ondulante descaharrante por momentos deslumbrante desarmante dormida que emparenta, ojalá, con Rimbaud o Carroll (sin loor) Jim, nada menos.
Vale. En su primera parte es muy buena. De ratas y niños más o menos grandes, de todas las edades (del hombre y los animales). Después, cuando intenta contar medio mierda algo y como formular finalizar con una idea, mensaje o moraleja, la recaga, eso es antipunk, basura, pupa, eczema.
Esta misma directora pionera luego hizo o haría películas protagonizadas por Marlon Wayans, de la contracultura o ansí a su asunción como involuntario síntoma (de un profundo mal banal) o retrato enfermizo esquinado (de toda la sociedad), la parodia de la comedia como lobotomía, no somos nada, del pedo a la tumba.
El club de los cinco. De la resaca jipiosa al boom punk, esa degradación o evolución de lo mismo, Trainspotting. Nuestros Picos.