Donnie Darko. El asesino dentro de mí. Benny Goodman.
Alien. El hombre lobo. Psicosis. Teen Wolf. De pelo en pecho. Cry Baby.
Freddy es urbanita, Jason es más de campo, los pelos de la dehesa tiran tanto.
El adolescente que nota claramente cómo la bestia del sexo aparece, motivo por el cual la fémina ante él se derrite, por ese lado salvaje que intuye siente, que a la distancia huele, pero la familia, y la sociedad, reprime ese voraz deseo y él se escinde, no se atreve a dar el pericoloso paso, a liberarse, a lanzarse, en duelo batirse, se contiene o debate, se turba se lamenta, se niega a dejar atrás la niñez, a dar rienda suelta al animal que tiene en su interior para que goce con frenesí, proceso que la chica lista observa desde fuera con altas expectativas y la necesaria y suficiente paciencia cariñosa franciscana, el que resiste, gana, a sabiendas de que al final se llevará el premio gordo, al susodicho parvo mozo al huerto, el jardín de las delicias del Bosco.
Evidente metáfora psicoanalítica que habla con elocuencia palpitante, con pelos y señales, de la pubertad y los primeros calores ardores, igual que se hacía en Esplendor en la hierba o en Rebeldes sin causa o en Al este del Edén o en Las vírgenes suicidas o Los juncos salvajes o en Cuando tienes 17 años o en tantas otras, La bruja por ejemplo, Crudo, de cómo esa fuerza atávica nuestra primigenia (casi) nunca es bien recibida o afrontada, se la teme y se la combate o hiere, y estragos causa hasta que se adecúa o asume allá por donde pasa o arrasa.
La película es un poco o muy torpe, pero también tiene sus encanto artesano, atisba poesía, casi como de un Cocteau bizarro cazurro popero, me chifla completamente a mí el jersey de abuela del matarife y el bonito lacito en el pelo de esta Molly Ringwald de tercera.
Cine ochentero, candente, qué tiempos aquellos, gloria en la sangre, cierta inocencia en el ambiente, Reagan al acecho, el guardián de los sueños más libidinosos.