Comparsa en una farsa.
La primera conversación que tiene o mantiene el Frente Popular de Judea, no confundir con el frente popular judaico, en los asientos o gradas del Coliseo resume y concentra toda nuestra cultura mundo actualmente presente jodiente con increíble precisión y certeza, acojona, no hay otra. La segunda es gloria.
Es la mejor película política de la historia del cine, y la más incisiva y brillante y pertinente, siempre.
Y también una buena película religiosa, y otra excelente sobre la cultura (al calor) de (las) masas que arrebatan.
Visionaria, clarividente, terriblemente lúcida y hasta por algunos momentos incluso graciosa, es lo de menos, nadie es perfecto, vade retro, de otra cosa en verdad os digo que se trata.
A mí, por ejemplo, me hizo reír el regateo primero. Pero va más allá, o acá, de la carcajada o el chiste más o menos fácil o complejo, es, como bien apunta/expresa la chufla/canción final, una enmienda a la totalidad, a la total falta de seriedad de la (¿puta?) realidad o, dicho de otra forma, a su excesiva severidad, lo mismo y tal vez lo opuesto, lo dicho, una puta broma. Y el humor, obviamente, es lo más serio sesudo o reflexivo que cococemos, arte para iniciados, trinitroglicerina, circunloquio, laberinto, rodeo.
Asombrosamente buena pese a su estilo desmañado con mujeres desagradables que son hombres horribles, como en el teatro Kabuki oh dios mío Mizoguchi, su feísmo a propósito a posta (Buñuelesco) o su falta de finura que hasta a los casos más malos/brutos, como el del tartamudo y el otro torcido tarado que estiran el chicle demasiado, se salva colma corona cierra, le ponen el corolario perfecto, estaban fingiendo, yo claudio, como Mota cuando habla en extranjero.